Los gobiernos autoritarios tienen un sesgo paranoide y encuentran conspiraciones en todas partes. Para defenderse de esos fantasmas, procuran convertir a la institución militar en un instrumento partidista. Cuando no lo consiguen, crean grupos civiles armados. Las guerras fratricidas son uno de sus resultados.
En el Ecuador, la Asamblea acaba de aprobar una propuesta hecha por el presidente Correa hace cuatro años, para crear un cuerpo armado, dependiente del ministro del Interior, cuyo objetivo aparente sería proteger al jefe de Estado, su familia y otras autoridades.
Su mera existencia, a más de desobedecer explícitas disposiciones de la Constitución, contradiría flagrantemente los valores esenciales de la democracia, sembrando así la semilla de la violencia y la tiranía. Correa y sus ministros Patiño y Cordero, entonces, justificaban su intención de crear comités familiares y barriales para respaldar a la revolución socialista, permitir a todos “recibir sus beneficios” e impedir a los “grupos de poder intentar una acción antidemocrática”.
Las Fuerzas Armadas y la Policía han tenido siempre a su cargo la protección de las autoridades. ¿Se ha perdido la confianza en su capacidad profesional y en su voluntad de cumplir su deber o sería un paso para desarticularlas y someterlas a designios políticos?
La historia nos enseña que los grupos civiles armados pronto se convierten en instrumentos de dominación. He allí las SS hitlerianas, los tonton-macoutes de Papa Doc, los “squadristi” de Mussolini, los “camisas azules” de Franco o los “camisas rojas” de Chávez y Maduro. ¡He allí el caso de Colombia, en donde el paramilitarismo que emergió para defenderse de las FARC fue en alto grado responsable de la violencia que por más de 50 años diezmó a la población!
Resulta escandaloso que, a pocos días de terminar su mandato, Correa haya querido dejar establecido un cuerpo civil armado, políticamente obediente, peligroso e impredecible que, además de originar nuevos atropellos, pudiera luego convertirse en autor o cómplice de violencia delictiva.
Hace poco, Maduro también anunció que entregaría 500 mil fusiles a sus milicianos, para que “impongan la democracia popular y se tomen todo el poder”. ¿Será por inocente coincidencia que el año pasado circularon veladas informaciones sobre 10 000 fusiles chinos llegados junto con la “ayuda humanitaria” para los damnificados del terremoto mientras, al mismo tiempo, se descubriera que, en el marco de un “picnic”, se impartía instrucción militar a civiles?
¿No es todo esto suficientemente alarmante? Es hora de que el pueblo reaccione y se exprese frontal y firmemente en contra del malhadado intento de crear, con una careta de modernidad, lo que podría devenir en una “milicia popular”.
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