La emoción nos invade al contemplar a nuestra tricolor, henchida en los corazones de una pléyade de extraordinarios futbolistas que anhelan hacerla flamear en el próximo campeonato mundial.
Constatamos, con satisfacción, que estamos muy bien representados por una selección en la que abundan jugadores que, gracias a su gran calidad y experiencia, destacan en los mejores equipos tanto del extranjero como del país.
El progreso del seleccionado nacional se inició con la gestión del entrenador Dusan Draskovic, que acabó con el regionalismo y estructuró un conjunto con los mejores jugadores del país, sin tomar en cuenta su procedencia; le sucedieron otros directores técnicos que mantuvieron esa integración nacional, formaron planteles que, con pundonor, obtuvieron, en cuatro oportunidades, los cupos para participar en los tan ansiados campeonatos mundiales.
El Ecuador es grato y recuerda a esos deportistas pundonorosos que, con mucho esfuerzo, inscribieron el nombre del país en esos eventos. Esas selecciones contaban con dos o tres compatriotas que jugaban en equipos extranjeros, a diferencia de la selección actual, en la que sobran los futbolistas que juegan en el exterior. Nunca antes hubo un seleccionado, tan poderoso. Los resultados, que nos entusiasman, son fruto del este grupo excepcional, al que muchos entrenadores quisieran dirigir porque, ante tanta calidad y experiencia, la dirección técnica simplifica su accionar notablemente.
Desgraciadamente, el ambiente triunfal, que nos inunda, en esta etapa clasificatoria, va deteriorándose por decisiones incomprensibles del entrenador, de los dirigentes y de algún asesor equivocado. El respeto, que es un don que armoniza las relaciones entre seres humanos y más entre los miembros de un conjunto, ha quedado relegado en varias instancias.
Por lo general, las selecciones están estructuradas con los mejores futbolistas, quienes, para alcanzar el nivel óptimo, deben hacer inmensos sacrificios, cumplir etapas, ascender de categoría en categoría, cuidar su estado físico, entrenar y prepararse constantemente en sus respectivos equipos. Los escogidos se concentran por largo tiempo y se alejan de su núcleo familiar. Todo este gran esfuerzo, en espera de una anhelada recompensa: integrar la selección nacional y defenderla con pasión. Con esa ilusión llegaron los seleccionados al último partido de las eliminatorias, pero se encontraron con la sorpresa que una posición importante estaba ocupada por un joven de 17 años, que no había participado en equipos de primera categoría, ni cumplido las etapas básicas en la evolución de un buen futbolista.
Ha primado, en el director técnico, el afán de satisfacer a los dirigentes interesados en exhibir al nuevo prospecto, para venderlo al exterior; aunque esta gestión atente contra el resultado que, de haber sido el esperado, hubiera asegurado la clasificación del equipo nacional al próximo mundial. Mientras tanto, sentados en la suplencia, contemplaron el desatino, experimentados deportistas provenientes de otros países y continentes. Fue necesario el cambio del juvenil para que el equipo, que estaba siendo doblegado, por el contrario, retome el juego expedito y alcance un buen final, que pudo ser mejor.
El director técnico viaja a otros países, para verificar el rendimiento de los seleccionados y otorga el privilegio de observar los entrenamientos de un prestigioso equipo del país, pero NUNCA se acerca a otras instituciones en las que trabajan valiosos equipos, como el tricampeón nacional L.D.U., el bi tri campeón Nacional, los excampeones: Aucas, Barcelona, Emelec, Universidad Católica y otros más. Vuelve a sorprender el entrenador cuando, en las últimas convocatorias a los integrantes del nuevo grupo, desecha al arquero que ha defendido, con mucho éxito nacional e internacional, el arco del equipo tricampeón, por lo que ha sido considerado como el mejor guardameta del país: Alexander Domínguez y coloca “la cereza del pastel” al convocar al portero suplente de Domínguez y a los guardavallas suplentes de otros equipos. Es verdad que el arquero titular de la selección, Galíndez, atraviesa por un excelente momento y es una garantía en los tres palos, pero su reemplazo, en caso de lesión, no brindará la seguridad que se espera en esa posición.
Todas las selecciones están integradas por los mejores elementos de cada país, que bueno hubiera sido contar con delanteros probados y exitosos como Miguel Parrales o Michael Estrada en lugar del juvenil, que no tiene la culpa de ser forzado a quemar etapas.
Nuestra selección es un enjambre de extraordinarios futbolistas, exigimos respeto para ellos y para el país. Primero la patria, después los negocios.
El adulo es una conducta inadmisible, que ofende al resto, porque halaga al que tiene el poder, aunque con sus acciones perjudica a los demás.