Con ligeros márgenes de error se vaticina que en las próximas elecciones en Ecuador no Habrá sorpresas: segunda vuelta y ninguna mayoría parlamentaria. Es una consecuencia de la fragmentación del escenario organizado desde el retorno de la democracia en 1979 para los partidos políticos; donde por insólito que parezca, no surgieron entes estables sino movimientos sujetos a liderazgos autoritarios e inamovibles. En las circunstancias actuales una mayoría en el próximo legislativo solo se lograría con base en una concertación de la oposición actual lo que es imposible o, caso contario un acuerdo de algunos “oposicionistas” con la bancada del oficialismo verde que podrá sustentarse en conceder la amnistía y el indulto. En otros términos, en un contubernio que garantice el perdón y olvido.
Lo primero que debe analizarse es que un triunfo en la primera vuelta es imposible. Existen dos partes en el Ecuador – no partidos- como dice el cientista político chileno Fernando Mires. En cada parte se desarrollan desde posiciones ideológicas hasta intereses económicos, siempre cobijados bajo el ejercicio de un poder autocrático o de múltiples fracciones en la oposición. En estas condiciones lo que se produce en la primera vuelta electoral es una suerte de extrañas elecciones primarias donde a más de escoger a dos candidatos clasificados se definen las cuotas parlamentarias que ofrecerán una costosa seguridad jurídica al régimen electo o una pugna de poderes como tantas veces se ha observado. Para entender el pronóstico es útil ensayar una comparación con Venezuela y Perú, que son casos extremos en cuanto a estabilidad y aproximación al caos. En el caso llanero existe un inmenso pronunciamiento popular expresado en los comicios legislativos y en la refrendación de las firmas para el plebiscito revocatorio; sin embargo, el poder del régimen sigue incólume ,solo sostenido por la vertiente militar. El caso del Perú el nuevo gobierno del presidente Pedro Pablo Kuczynski nace con precario margen de cuarenta mil votos y con una aplastante mayoría fujimorista en el parlamento. Sin embargo, la imagen peruana es de estabilidad institucional e importante índices de crecimiento y desarrollo.
En el Ecuador la situación difiere. Por ejemplo, existe una sensible mayoría anti gobierno y anti parlamento, pero no hay un eje común que coordine las coincidencias y abra el camino para victoria en las dos funciones. Han sido incapaces de lograr una candidatura única en la primera vuelta con opciones de un amplio sustento legislativo. Este comportamiento asegura la presencia del régimen en la segunda vuelta. Un triunfo moral y una evidente posibilidad de la reelección.
En estas condiciones, si el triunfador en la segunda vuelta fuese opositor, la única salida para una difícil gobernabilidad estará en la inmediata convocatoria a una Asamblea Constituyente fundada en el artículo 444 de la Constitución. ¡Qué suerte electoral la del Ecuador: “pato o gallareta…” !