El anterior domingo, el ex presidente Rodrigo Borja publicó un editorial recordando brevemente los orígenes del cine y su historia como medio de agitación de masas. “Actualmente, a través del cine los norteamericanos y europeos difunden sus valores culturales e inculcan una manera de ver la vida”, señaló. Precisamente, en la misma ciudad donde hace 116 años los hermanos Laumière proyectaron su primera película, un equipo de ecuatorianos utiliza el cine para transmitir nuestra cultura y forma de ver la vida.
Desde hace poco más de una década que el cine ecuatoriano ha entrado en una dinámica de crecimiento. Con ese fenómeno de maduración y de mayor producción, era natural que tarde o temprano se organizasen festivales dedicados a su muestra y promoción; solo bastaba un impulso de valentía.
Este vino de la mano del ex Ministro de Cultura y ahora Agregado Cultural en la Embajada ecuatoriana en Francia, Ramiro Noriega y su equipo compuesto por Jorge Flores y Samanta Yépez. Ellos han empapado al proyecto de los rasgos que lo tornarán en un evento verdaderamente provechoso para los espectadores, tanto ecuatorianos como franceses, así como para los realizadores y productores nacionales, y las instituciones participantes.
“Yo no creo que la acción de un Gobierno se legitima en la organización de eventos, por más importantes que estos sean. Lo que hace verdaderamente significativa a la acción de un Gobierno es que se impulsen políticas públicas certeras. La continuidad de un evento nos acerca a ese ideal, el del ejercicio de una política pública seria y continua”. Cuando Ramiro me comentó sobre el calibre del evento supe que no podía perdérmelo.
Así, tuve el honor de estar semipresente en el feliz alumbramiento de la 1era Semana de Cine Ecuatoriano en París: Imágenes [des]centradas. Digo semipresente, puesto que no alcancé a llegar con suficiente antelación como para asegurarme un puesto en la primera sesión. La sala estuvo a reventar.
Por suerte pude entrar al debate posterior, animado por la expresiva actriz Cecilia Vallejo. La artista respondía las preguntas con inteligencia y soltura, y yo me maravillaba al observar la fabulosa experiencia que el festival ofrecía a los espectadores franceses de interactuar de manera tan próxima y distendida con la artista.
Durante una semana se ha podido disfrutar de Imágenes [Des]centradas; venidas de un país en el centro de un planeta globalizado, pero que todavía pertenece a la periferia de la cultura occidental moderna. Como no podía ser de otra forma, el festival termina hoy con el preestreno de la película ‘Cuando me toque a mí’ de Víctor Arregui, en memoria del difunto actor Manuel Calisto.