En cualquier economía es esencial y es extremadamente sensible en una que se sustenta en la dolarización.
El Gobierno está consciente que ponerla en riesgo tendría consecuencias económicas, sociales y políticas imprevisibles, pero, la fraseología de que va a fortalecérsela, debe conllevar decisiones y acciones concretas con ese fin y para nada las que puedan desestabilizarla.
Bien que se quiera revertir el déficit de la balanza comercial, lo cual es lograble por el incremento de la oferta exportable, para lo cual es urgente llegar a los acuerdos comerciales que se han venido postergando -en los hechos no se ha evidenciado la decisión política de no levantarse de la mesa de negociaciones mientras no se cierren los acuerdos-.
La otra vía -ya asumida- es trabar importaciones por medio de cupos, elevación de aranceles y otras medidas como certificados de calidad.
Bien que se exija calidad, pero que se viabilice su implementación y no aparezca como solo traba. En cuanto a aquello de la sustitución de importaciones, para mayor producción y valor agregado nacional, a más de generar exportaciones, es positivo, debiéndose cuidar que aquello no signifique monopolio ni sobreprecios frente a productos importados de similar calidad. Los acuerdos comerciales de los países vecinos y de la región entre estos y con los mercados de mayor demanda y la posibilidad de devaluación de otros países no nos favorecen.
En enero del 2008 entró en vigencia el impuesto del medio del uno por ciento para que tribute la salida de divisas, ahora en el cinco por ciento, diez veces más, después se establecieron severos controles de información y registro para divisas que entran y salen, de modo que salvo flujos de billetes, toda transferencia de ingreso o egreso de divisas ya es conocida -o puede ser conocida- por entidades del Estado.
En un texto que circula como proyecto de nueva ley para el sector financiero y monetario se señala que toda transferencia de ingreso o de salida de divisas, por intermedio del sector financiero, debería ser “autorizada” por autoridad. Eso que podría entenderse control de cambios, genera preocupación ¿y si la autoridad no autoriza?, ¿y si esto se vuelve fuente de corrupción, “poner dificultades, para ilícitamente vender facilidades”? Venezuela y Argentina son evidencias de su fracaso.
Una puerta que se abre permite entrar y salir. De solo autorizarse entrar y no salir, ¿cuántos querrán entrar sin la certeza de poder salir? Igual es con los flujos de divisas, salvo empresas estatales y otras de países con los que se entiende el Gobierno garantizándoles los flujos de divisas y otorgándoles compensaciones tributarias, que ya hay citables, difícil será que otros -sobre todo ecuatorianos con recursos en el exterior- ingresen divisas al Ecuador.