Las denuncias de abuso sexual en contra sacerdotes católicos se multiplican día a día. Si hasta hace unos años, esto parecía ser un problema aislado y excepcional, hoy es un problema de mayores proporciones y, ante el cual, hasta el mismo papa Francisco se muestra impotente y desconsolado.
No olvidemos que uno de motivos que llevaron al papa Benedicto XVI a dejar su cargo antes de tiempo se debió a los informes recibidos (algunos de ellos filtrados a la prensa) en los que se confirmaban casos de abuso sexual a niños cometidos por sacerdotes en varios lugares del orbe. Sin embargo, el discurso oficial de la Iglesia ha sido otro. Benedicto XVI renunció al papado por su avanza edad (85 años en ese momento) y porque consideraba que no tenía fuerzas suficientes para continuar.
Pero si el número de curas pedófilos es alto, lo más indignante (por utilizar un término más suave) ha sido el comportamiento de la Iglesia para no sancionar y, encubrir algunos casos de abuso sexual. Este posiblemente es el mayor pecado de la Iglesia y, en especial, de un círculo de poder enquistado en Ciudad del Vaticano.
Desde hace varios meses atrás he estado siguiendo este tema. El diario español El País ha sacado a la luz pública lo que menciono. En diciembre de 2018, un titular de una de sus ediciones relataba que “18 religiosos españoles acusados de abuso sexual de menores han salido al extranjero (de España)”. Es decir que, en lugar de haber sido entregados a la justicia y haber sido sancionados de manera ejemplar, la mayor parte de ellos fueron trasladados a otros lugares dentro de España, a América Latina y África. Para que esto no quede como un simple comentario, les invito a conocer las historias de: Iván Merino (España), Jordi Jorba Navarro (Chile), Santiago Martínez Valentín – Gamazo (Perú), José Lázaro Lara Burgos (Chile), Abel Pérez (Chile) y muchos otros más. Por no mencionar a los 685 sacerdotes católicos acusados de abuso sexual de menores en Estados Unidos.
¿No sería más sano que, como en otras religiones, los sacerdotes puedan casarse, vivir plenamente su sexualidad (sin taras) y tener hijos? ¡Que eso le va a debilitar a la Iglesia! ¿No sería mejor tener una Iglesia con menos poder (económico, político, social y religioso) pero más transparente, coherente y fiel a los principios que predica?
Considero que ya es hora de hablar abiertamente de este tema. No solo porque hay que ser más elocuente sino enfrentar de lleno el problema del abuso sexual de menores de parte de sacerdotes católicos. Si la Iglesia ha hecho relucir su espíritu de cuerpo y ha dejado pasar casos evidentes de pedofilia, la opinión pública y la misma sociedad deberían exigir que mayores sanciones.
¡Que no son todos! ¡Que son casos aislados! Así como se han evidenciado casos de pedofilia en otros países, me niego a aceptar que en el Ecuador no haya pasado nada. ¿Lo de la parroquia de Guápulo en Quito es un caso aislado?