Sangre siciliana agita las venas de Martin Scorsese (Nueva York, 1942). Más bien pequeño, 1,62 m, retraído, asmático, solitario. Su acendrada religiosidad es celebrada por unos, vituperada por otros. Endeble, alicaído, salía poco a las calles donde rebullía la vida de sus vecinos, vagamundos los más. Forzado por su ostracismo aprendió a observar desde su aislamiento, con mayor profundidad, todo lo que lo rodeaba y a escudriñar sus intersticios. Quiso ser cura, pero a fines de los 50 abandonó esa idea, empezó a estudiar cine y a trabajar en ese oficio. “Toda mi vida ha sido el cine y la religión”, confesó.
Ha convivido con la fe y con la mafia. En sus raíces, genes de las dos entidades se transformaron en surtidores de su abundante creación fílmica: decenas de películas, varias grabadas en lo más notable de la historia del cine. Scorsese ocultó en su cine el realismo con veladuras imaginarias, como en el prólogo que contagia a su película Alicia ya no vive aquí, 1974, o celebrándolo y execrando de él, como en Taxi Driver, amasijo de imágenes infernales del Nueva York oculto.
Malas calles, 1973, cinta de corte antropológico que muestra el diarismo del barrio donde nació. Amigos de su infancia que aspiraron a ser capos de la mafia –él mismo aparece encarnado en uno de los personajes–, pero solo quedan como esforzados postulantes del crimen, muchachos que juegan a ser gánsteres. Scorsese filmó lo que conocía. El título del filme lo debe a Raymond Chandler: Un hombre tiene que dar la cara en esas malas calles. Su subtítulo, a su credo visual: “Los domingos a misa. Los lunes al infierno”.
Robert De Niro, leyenda viva del cine, a quien Scorsese conoció en su niñez, asume un rol secundario en el filme, pero juntos, en 1976, se convertirán en íconos de su profesión, gracias a Taxi Driver (El taxista). Carroza funérea o sepulcro rodante, el taxi de Travis Bickle (De Niro), un veterano de Vietnam, husmea y escarba la noche y halla a una muchacha de 12 años expoliada por un proxeneta y se dedica a “redimirla”, mientras la soledad hace de las suyas.
La corrupción política, el amor como un soplo, soledades, mafiosos, estafadores, rateros, chulos, apostadores, derrotados, habitantes de la noche… toda la jauría humana, que sale como un espasmo nadie sabe de dónde, circula por el tiempo desquiciado y eterno de Taxi Driver.
“Tal vez esta noche/ no es noche,/ debe ser un sol horrendo,/ o lo otro,/ o cualquier cosa…/ Faltan palabras,/… cuando la sangre llora y llora”…
Scorsese prefiere construir antagonistas antes que protagonistas. Mostrar el lado oscuro de la condición humana soterrando el bueno. Denodada lucha entre el bien y el mal. Evocación y clamor. Exuberante, fantasmagórica, conmoción poética, grotesca a ratos, tierna en otros. El ser humano y su camino signado por la codicia de poder y su insaciabilidad. Lo suyo es el otro lado de la ley.
Toro salvaje, 1980, De Niro, ascensión y caída de un monarca del boxeo. Sinopsis de horizonte humanista donde deambulan la vesania y la imbecilidad humana. Alguien dijo que al salir de su estreno solo quiso volver a casa y callar, después de correr gritando, riendo o llorando, luego de recoger los carros y voltearlos como un poseso.
Para muchos, la mejor cinta de Scorsese es Buenos muchachos (Goodfellas, 1990). La historia empieza en un punto medio, el suceso impulsor del descalabro final; tres asaltantes transportan un cadáver en el maletero de un vehículo, pero quien funge de cadáver no está muerto; al descubrirlo, los conductores se encargan de masacrarlo. Luego ocurre un flashback, los inicios de Henry Hill en la organización de una banda; a partir de este corte, él narra su propia historia. Obra maestra en el género del cine de crimen.
La filmografía de Scorsese se engendra en una matriz: la violencia del ser humano que atraviesa inmutable el tiempo. Poética de seres oscilantes entre fulgores y sombras. Iglesia y mafia. Senderos cruzados por contradicciones perpetuas que solo pueden resolverse en muertes atroces, como si hubiera un deseo subyacente de infligir castigo antes de la perpetración del crimen. Personajes brumosos, rudos, indolentes, pero capaces de dar sus vidas por sus familias o sus amigos. “Siempre he buscado la absolución y la redención”, ha dicho Scorsese. ¿Las encontrará?
“Aquí sabemos lo que sabe la muerte/ La piedra le dio vida a esta muerte/ La piedra se hizo lava de muerte”.