El deceso del más importante jefe militar de las FARC, Jorge Briceño Suárez alias el ‘Mono Jojoy’ tiene importantes significados y repercusiones para el futuro de la política de seguridad colombiana respecto a su conflicto interno. El resultado más relievante de la operación Sodoma que terminó con la vida de ‘Mono Jojoy’ y otros 26 guerrilleros es que prácticamente termina con el frente militar más consolidado de las FARC en la última década: el frente oriental. A partir de este frente, ‘Mono Jojoy’ había logrado las más grandes victorias militares de la historia de las FARC, como la matanza del Caguán o el secuestro de las figuras políticas más importantes como Íngrid Betancourt, los tres estadounidenses, los diputados del Cauca, además de decenas de policías y militares. Su muerte significa también la reorganización de los mandos militares al interior de las FARC hacia individuos menos experimentados y sin el aura de control y de manipulación que solo han logrado tener ‘Manuel Marulanda’ y ‘Jojoy’ mismo. Los sucesores en la línea de mando pueden estar muertos o seriamente heridos, aunque esto todavía no se ha confirmado.
Lo más preocupante de esta noticia, al menos para el Ecuador, es que esto significa también que la fuerza y el control de la guerrilla pasarán directamente al frente occidental controlado por Alfonso Cano. Este frente occidental ha copado los departamentos del Cauca, Nariño y Valle, y además en el Putumayo, regiones cercanas al Ecuador. Preocupante, porque la guerrilla ha sufrido un revés significativo con la muerte de ‘Jojoy’ y otros miembros importantes de las FARC esta última semana y -según los expertos en el conflicto- puede emprender una serie de retaliaciones y actos violentos que trasladen la guerra a estas zonas del territorio colombiano. Y, por supuesto, esto significará un aumento importante de las operaciones de las Fuerzas Armadas colombianas en toda esta región, además de la cercana al Pacífico.
En síntesis, el deceso del ‘Mono Jojoy’ solo augura una etapa más en la guerra interna colombiana y no precisamente el camino hacia la paz.
Si bien el gobierno de Juan Manuel Santos abrió y sigue abriendo la posibilidad de una paz negociada, la beligerancia de las últimas semanas de lado y lado hacen poco posible que las FARC, desde una posición de derrota, decidan izar la bandera blanca y aceptar la oferta de Santos.
Más aun cuando las condiciones para negociar son totalmente radicales: entrega incondicional de armas, entrega de todos los secuestrados, cese al fuego a nivel nacional y desminado.
Si las victorias siguen floreciendo, Santos no querrá negociar nada.
No lo necesita políticamente y aún peor, su país lo apoya. Solo querrá ofrecer a los derrotados desmovilización y reinserción.
Esa es apenas la mano tendida por Santos, tras el fin de Jojoy.
Esta nueva etapa de la guerra solo ha comenzado.