A los viejos dictadores de la década de los cincuenta, y a los del Cono Sur que en los 70 llevaron a cabo sus guerras genocidas -Pinochet, los generales argentinos y brasileños-, los caracterizó el denominador común de su persecución contra los periodistas. Nada los perturbaba más que la libertad de expresión, y la combatieron a sangre y fuego.
Los dictadores de los 70 fueron déspotas conservadores, llamados de ‘derecha’, impusieron silencio en nombre de la soberanía. Nadie podía criticarlos porque eran ‘soberanos’, aislaron sus países mientras reprimían y acallaban a los pueblos. Bajo la invocación de Torquemada, los generales restablecieron el Santo Oficio.
La historia registra ahora una tergiversación obscena. Del término ‘izquierda’ se apoderaron los impostores, y, como si fuera poco, partidos a los cuales no podría negárseles esa condición, se han convertido en los nuevos epígonos del Santo Oficio.
Un episodio reciente ilustra esta trágica mueca de la historia. 24 horas después de presentar su programa de gobierno, la candidata a la Presidencia de Brasil por el Partido de los Trabajadores se vio precisada a retirarlo porque había firmado cada una de sus 50 páginas sin leerlas, los estrategas del PT habían abusado de su confianza e incluyeron en el programa puntos no aptos para la ‘publicidad’. Eran las cartas bajo la manga. Un punto consagraba la ‘licencia’ para que los sin tierra pudieran ocupar zonas privadas, y la otra, una declaración de guerra a los medios independientes. Incluir asuntos tan polémicos en un programa de gobierno más que una temeridad fue un juego sucio que sorprendió a la candidata de Lula. De ahí que Dilma Rousseff no dudó en rectificar el programa. Y, en cuanto a la libertad de expresión, ¿se afiliará a las corrientes antidemocráticas de los impostores? Vale la pena preguntarnos, ¿también está Brasil entre los vicarios del Santo Oficio? Porque algo diferente son los impostores que apelan a la etiqueta de ‘izquierda’ para cohonestar sus proyectos reaccionarios o anacrónicos.
Los países de la Alianza Bolivariana, Venezuela y Ecuador, como la Argentina de los millonarios Kirchner, no cesan en su guerra contra los medios. En la tierra del que dijo que la imprenta era la artillería del pensamiento lo que se pretende es que se elimine el pensamiento y predomine la artillería: la hegemonía comunicacional que ahoga y aniquila la libertad de expresión. El Centro de Estudio Situacional de la Nación es el más reciente intento de regimentar la opinión pública. No importa que la Constitución prohíba la censura, primero están los designios del proyecto que pretende convertir la nación en conejillo de Indias.