En el conflictivo y popular barrio de Tepito, Distrito Federal mexicano, se encuentra el altar mayor de la Santa Muerte. El culto a esta figura representada por un esqueleto ataviado como una virgen tiene un origen prehispánico marcado por el sincretismo de las culturas mayas y aztecas, y posteriormente fusionado también con ritos católicos.
El sincretismo religioso, es decir la unión de dos o más cultos de origen distinto, generalmente se ha sido identificado en continentes como el africano y americano, como resultado del largo proceso colonial occidental en estas regiones. Una muestra de este sincretismo es, por ejemplo, el vudú haitiano, la macumba brasilera, los chamanes o la adoración a “San La Muerte”, otra advocación de culto en Paraguay y Argentina con rasgos muy similares a los de la santa parca mexicana. De igual modo podemos encontrar en todos los países latinoamericanos una extensa gama de ritos ancestrales en los que confluyen creencias y costumbres tomados de distintas religiones. De hecho, celebraciones como el día de los muertos o de los fieles difuntos, son un claro ejemplo de esta mezcla cultural que prevalece en nuestro continente.
El fenómeno de la Santa Muerte es, en consecuencia, un híbrido pagano-católico que se ha convertido en un verdadero acontecimiento de masas en las zonas más populares de México. La adoración a la “Flaquita”, “La Señora”, “La Niña Blanca”, como la suelen llamar cariñosamente sus devotos, ha crecido notablemente en los últimos años con la creación de decenas de templos en su honor, pero también con la leyenda urbana -que al parecer no es leyenda-, de que los miembros del crimen organizado se encomiendan a la santa antes de empezar las labores de cada día.
El antropólogo danés Regnar Kristesen, que ha estudiado este fenómeno durante muchos años, concluye que el culto a la Santa Muerte no implica una ruptura con la tradición religiosa, pues es un rito muy similar a los que desarrolla el catolicismo popular, e incluso asegura que los fieles seguidores de esta extraña santa son de hecho católicos practicantes y seguidores del Señor.
Las declaraciones recientes del cardenal mexicano Ravasi enardecieron el ambiente de un pueblo profundamente católico como el mexicano, encendiendo el debate en torno a su devoción por esta mítica y ancestral efigie, y su fe en Dios y en decenas de miembros del santoral católico. El cardenal afirmó públicamente que el culto a la Santa Muerte es una “degeneración” y una “blasfemia contra la religión”. Los seguidores de la Santa Muerte, en su gran mayoría, han pedido respeto por sus creencias y han ratificado su fe profunda en el Dios trino, único y verdadero, y también, por qué no, en la misteriosa dama cadavérica a la que le suplican cada día que no se los lleve muy pronto con el creador, y que si lo hace, sea de forma serena e indolora.