Es cierto que la democracia no goza del apoyo y afecto en los ciudadanos. La Corporación Latinobarómetro, anualmente realiza mediciones que incluyen más de veinte mil entrevistas en dieciocho países que representa a 600 millones de habitantes. La conclusión es el desencanto y encono ante la democracia, precisamente por su desgaste y desprestigio. Una democracia carcomida y en desintegración, a lo que se agrega el contagio con la corrupción, el narcotráfico y la economía criminal. Vivimos una recesión democrática, tan vulnerable puede ser atrapada por el populismo autoritario.
El conflicto al que nos enfrentamos en las elecciones del 9F del 25 es: salvar la democracia o perderla si esta es devorada con el retorno de quienes la hicieron tanto daño en la década autoritaria; en manos de un caudillo sin escrúpulos, de odio crónico y resentimiento sin remedio. Hasta hace poco, sabíamos que lideraba una organización que hizo de la política una maquinaria de corrupción. Gracias a la fiscal Diana Salazar y al presidente Daniel Noboa, estamos al tanto que se trata de una organización con vínculos irrefutables con las organizaciones terroristas y los más feroces carteles del narcotráfico. Pero se pavonean con un cinismo sin límite.
Con frecuencia, cuando tratamos de recordar el valor de la democracia, recurrimos a la conocida frase de Winston Churchill: «La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás». Si la célebre frase de Churchill es insuficiente, agregaría otra parecida, de Norberto Bobbio: «La democracia no es el mejor de los bienes, pero es el menor de los males». Más claro que el agua que nos ha faltado.
La elección presidencial y legislativa que se aproxima, más allá de las dieciséis candidaturas que reflejan la dispersión y degradación del sistema político y la ausencia de partidos, configura un escenario de polarización política: la democracia y la autocracia, la libertad o la arbitrariedad, el poder distribuido o concentrado, las instituciones o el desenfreno del odio, La estabilidad o la turbulencia. La razón o la perversión. El progreso o el retraso. La dignidad humana o la manipulación. La posibilidad de salir adelante o la condena al infierno. Pero mi pronóstico es que el populismo autoritario volverá a perder.