Las nubes negras se cernían sobre la pequeña y apagada multitud reunida en la Plaza de los Mártires de la capital libia para recordar a sus héroes caídos. Un helicóptero militar inspeccionaba desde arriba.
La tranquila congregación contrastó drásticamente con la eufórica movilización del 17 de febrero en ese mismo lugar, cuando se cumplió un año del levantamiento que derrocó al régimen de Muammar Gadafi (1969-2011). Entonces, 10 000 personas, algunas con imágenes de sus “mártires”, salieron a las calles de Trípoli para expresar su optimismo y esperanza en un futuro de democracia, prosperidad y paz.
Pero ese optimismo fue reemplazado por ansiedad. El asesinato del embajador estadounidense Christopher Stevens en la nororiental ciudad de Bengasi dejó en evidencia los peligros que supone la proliferación de grupos armados en este país desde la revolución. Muchos integran la amplia e imprecisa red de fuerzas auxiliares del Gobierno, mal entrenadas y que parecen actuar con impunidad en toda Libia. El libre accionar de estos grupos alimentan la percepción pública de que las autoridades son aún demasiado débiles. El plan del Gobierno para que los ciudadanos entreguen voluntariamente sus armas fue postergado para fines de este mes debido a temores de seguridad. El primer ministro Abu Shugar propuso dar dinero en efectivo a cambio de cada arma.
Luego de combatir en la revolución y recibir tres semanas de entrenamiento formal, Rami Ezzadine Tajari, de 22 años, y Mohammed Nagy, de 19, integran las filas del Consejo de Supremo de Seguridad (CSS), la poco controlada fuerza auxiliar del Ministerio del Interior libio.
El CSS, así como la brigada Escudo de Libia, es una reunión de grupos armados que operan en todo el país bajo el poco preciso control del Gobierno.
“Muchas personas vienen a entregar sus armas”, dijo Tajari. “Les decimos que las traigan el 29. Después de eso, se les prohibirá a los ciudadanos portarlas”.
El abogado de derechos humanos Salah Marghani, reconocido por la organización Human Rights Watch (HRW) por su trabajo de defensa de prisioneros bajo el régimen de Gadafi, está indignado por el plan de intercambio de armas por dinero.”Eso va a crear un lucrativo comercio de armas y no sacará a ninguna de estas de las calles”, señaló. “Lo que necesitamos es eliminar las armas pesadas”. Marghani divide a los grupos armados en categorías. Estas están constituidas por los otrora revolucionarios que creen que su único deber es proteger a los ciudadanos y que están dispuestos a desarmarse, los que guardan los intereses nacionales motivados por una mezcla de deseo de trabajar por el bien público y de ambición económica, y los que integran las fuerzas de seguridad solo para cobrar pequeños sobornos.