Las cláusulas de salvaguardia que prevé la Organización Mundial de Comercio son medidas de protección para influir en las importaciones, siempre que sean justificadas para lograr aumento del nivel de vida de la población. Entre ellas, las restricciones por dificultades en la balanza de pagos de los países miembros.
En tal virtud, la prolongación, hasta mediados del 2017, de las salvaguardias ya autorizadas al Ecuador es compatible con dicha normativa y no puede ser objeto de criterios ambiguos ni afectar a la puesta en vigencia del tratado comercial con la Unión Europea, más aún si los problemas deficitarios no solo subsisten sino que se han agravado con el terremoto.
Otra cosa es el apuro nuestro por la vigencia de este tratado para cautelar las concesiones en importantes productos ecuatorianos que concluirían este año, lo que corregiría los errores pretéritos por la deficiente política comercial del Ecuador: primero, al abandonar la negociación conjunta con Colombia y Perú; segundo, por la indefinición prolongada, y tercero, por las medidas discriminatorias contra las ventas de nuestros países vecinos. Esto mostró que el Ecuador no sabía qué hacer por la improvisación y confusión ideológica que le condujeron a pactar condiciones sin tener ningún poder de negociación.
En el campo interno, el alto impacto de las salvaguardias ya ha sido asimilado por la demanda, pues quienes consumen bienes importados ya se han acostumbrado a pagar caro. Además, casi nunca bajan los precios cuando bajan los aranceles, pues se aduce que los costos de todas maneras han subido. Pero habrá casos puntuales en los procesos productivos en los que será necesario flexibilidad para no perjudicar las posibilidades de exportación. Obviamente que vivir en un país caro no es deseable, pues el consumidor quiere que todo sea barato, pero las circunstancias difíciles de nuestra economía impiden un comercio irrestricto.
Ahora es el momento de que las pequeñas industrias, que han aprovechado la protección arancelaria adicional, sigan mejorando su producción, en cantidad y calidad, para ir a vender al exterior, para que haya valido la pena el sacrificio de los consumidores nacionales que han pagado más por sus productos.
En este sentido lo urgente es que las energías del país se canalicen hacia la identificación de las nuevas exportaciones a Europa y que se prepare para enfrentar un vuelco total de su política comercial proteccionista.
Si entramos al libre comercio con la Unión Europea, desviemos las importaciones ecuatorianas hacia allá, pues sin aranceles y con moneda devaluada se abarataran. Y, por otra parte, busquemos inversiones para proyectos productivos factibles, mejoremos lo actual con base en innovaciones tecnológicas para ser más competitivos, invitemos a los europeos para hacer empresas conjuntas que aumenten el ingreso de dólares.
wherrera@elcomercio.org