La salud mental de Maduro

En enero denunció un plan para asesinarlos a él y a Diosdado Cabello, sin revelar la identidad de los conspiradores. En marzo, eran el Pentágono y la CIA quienes urdían un plan para asesinar a Henrique Capriles y luego culparlo a él. En abril eran Otto Reich y Roger Noriega quienes se confabulaban con sicarios salvadoreños para matarlo solo a él. Este mes, el ex presidente colombiano Álvaro Uribe fue sumado a esa trama.

Si añadimos su afición por emplear aves silvestres como médiums, podríamos sospechar que a Nicolás Maduro lo aqueja una paranoia producto de la pérdida del sentido de la realidad.

La destemplada reacción de Maduro ante las declaraciones del ex canciller Roncagliolo pidiendo tolerancia y diálogo en Venezuela parecería reforzar esa impresión. Me permito sugerir, sin embargo, que existe un cálculo político detrás de esas acciones. Después de todo, en tiempos difíciles no hay nada menos original que azuzar el espectro de una amenaza o conspiración externa para intentar cohesionar el frente interno. Sobre todo cuando el liderazgo de Maduro está en la picota incluso dentro de su propio movimiento político.

El tono en apariencia desmedido de la respuesta a Roncagliolo también cumpliría un propósito de cara al frente externo: evitar que algún otro gobierno secunde la idea. En ese contexto, el viaje de Maduro hacia Argentina, Brasil y Uruguay terminó sirviendo al mismo propósito. No sería por ende casual que, coincidiendo con el periplo de Maduro, el canciller uruguayo declarara que no consideraba necesaria una nueva reunión de Unasur para abordar el caso venezolano.

También apuntaría en la dirección de evitar una iniciativa regional el que, cada vez que surgía esa posibilidad, el Gobierno Venezolano hiciera alguna concesión menor para neutralizarla. Por ejemplo, el recuento parcial de votos, que en la víspera era calificado como imposible por la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, fue aprobado por el Consejo Nacional Electoral tan solo un par de horas antes de que se iniciara la cumbre de Unasur.

De ese modo la decisión no aparecía como el producto de la presión internacional, sino como una iniciativa propia. Del mismo modo, la respuesta altisonante de Maduro a Roncagliolo fue acompañada por un 'pacto de caballeros' para restablecer el trabajo legislativo en el Congreso venezolano.

Es decir, estamos ante la táctica del garrote y la zanahoria, esgrimida bajo la presunción de que mientras más grande sea el garrote que blandía el Gobierno Venezolano, menor será el tamaño de la zanahoria que debía extender como ofrenda de paz. Por ejemplo, excluyendo del recuento del CNE la revisión de los cuadernos electorales, documentos que podrían acreditar el tipo de irregularidades denunciadas por la oposición.

*Internacionalista de diario El Comercio de Lima, del Grupo de Diario de América, GDA

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