La Medicina no puede existir sin un ideal, y la vida, toda vida, por lo menos la vida humana, según Ortega y Gasset, es imposible sin ideal.
Ideal supremo: preservar la salud y convertir en realidad los sueños que iluminaron las noches de estudio, dieron fuerza a la fatiga de la guardia hospitalaria, secaron las lágrimas del médico bisoño, vencido por la muerte del enfermo con el que ha intercambiado afectos. El dolor e impotencia de un resultado indeseable, estadísticamente escondido en una realidad inapelable, salarios insignificantes y sanciones absurdas, desaniman al común de los mortales; mas no al médico idealista y soñador.
No es posible concebir a un médico alejado de la realidad socio-económica del país; ya, en 1785, Eugenio Espejo denunciaba, como causas de los contagios, la ignorancia en cuestiones de higiene y las deficientes condiciones sanitarias; dos siglos después, en 1920, el Dr. Pablo Arturo Suárez instauró normas de aseo y limpieza, en evidentes esfuerzos por dotar a la población de una atención primaria de salud, objetivo compartido en la gestión ministerial del Dr. Plutarco Naranjo. Rodrigo Fierro consiguió vencer la endemia del bocio, Luis León y Ramón Lasso han entregado al mundo el conocimiento de nuevos hongos y parásitos, Édgar Rodas inauguró la cirugía a domicilio, en chozas y cabañas; Jaime Breihl es investigador galardonado en varias latitudes y, al igual que ellos, decenas de maestros, que han forjado una medicina ecuatoriana que se equipara a las más desarrolladas del orbe, han visualizado a la prevención como la atención más exitosa, con gran cobertura y bajos costos.
Transformar la salud no es abusar de la compra de hospitales y equipos que, en poco tiempo, se convierten en caros monumentos al negociado y a la ineficiencia; ni estimular el crecimiento de empresas dializadoras, en detrimento de los definitivos trasplantes renales, preteridos.
Revolucionar la salud no es descartar a especialistas experimentados, para reemplazarlos con profesionales cubanos, al azar, sin revalidación alguna, en parangón con lo acontecido en Venezuela.
Han transcurrido 5 años y la aprobada Ley Orgánica del Sistema Nacional de Salud no ha entrado en vigencia; pero se han suspendido los cursos de formación de especialistas en posgrados y el Presidente ha enviado a la Asamblea un proyecto de Ley de la mal denominada mala práctica médica, según el cual los médicos nacen penalizados, como en ningún país y además con el riesgo de perder, con mucha ligereza, la licencia profesional.
Si el médico no trabaja, no percibe ninguna remuneración y si al cabo de 15 años de formación y otros de trabajo es despojado de su profesión, llevará en su tragedia a su familia ¿ Abarcará esta ley a los médicos cubanos?