Columnista invitado
Destapar la olla de corrupción, exponer a sus autores y dejar que la justicia haga la tarea, es una buena forma de posicionar un nuevo gobierno.
Lenín Moreno lo ha hecho.
Se está usando políticamente el combate a la corrupción, denuncian los damnificados, en su mayoría correístas.
Tienen razón, pero es lo justo, inteligente y necesario luego de una década marcada por el autoritarismo, la arrogancia y las presunciones de robo.
La tonada del vicepresidente con prisión preventiva, Jorge Glas, la de su incondicional -el ex presidente Rafael Correa- y la de sus partidarios, suena lastimera y desubicada, mientras las de sus ex correligionarios es triunfante y oportuna.
Alineado con el momento, el gobierno ha llamado a consulta con siete preguntas, entre ellas el fin de la reelección indefinida, temas de ecología, combate a corrupción, cese de los miembros del cuestionado Consejo de Participación Ciudadana y Control Social y la no prescriptibilidad de los delitos contra menores.
Es una receta para el triunfo.
El correísmo creía haber dejado en bandeja a su sucesor todo lo necesario para seguir con su revolución.
Pero sucedió lo contrario: estaba servido todo lo necesario, pero para romper con el pasado de mentiras y mañas, y permitir que el morenismo nazca.
Hay un claro aprovechamiento político del presidente Moreno al colocarse en las antípodas del antecesor. Le ha sido de gran utilidad que la justicia exponga las pruebas que presuntamente incriminan a Glas, incluso que éste se victimice y hable de una persecución política.
Eliminar el estado de propaganda, dejar que la justicia exponga a los corruptos, transparentar los datos de la economía, establecer diálogos, y hacerlo todo con un lenguaje alejado de la grandielocuencia revolucionaria, ha sido una estrategia triunfante.
Que Correa y sus seguidores continúen hablando de persecución, de traición, de mediocridad y hasta de corrupción es el mejor regalo que pueden dar al presidente Moreno. Sus argumentos son vergonzosos. Ellos se hunden más y más, mientras el morenismo crece.
Por la partida jugada, los verde flex se dividieron y buena parte permanece hipnotizada por su caudillo. El tiempo dirá quiénes siguen hacia el despeñadero y quiénes deciden voltear la página.
Quizás, como muchos colaboradores de Lenín Moreno, varios decidan tragar saliva y caraduras decir que no tuvieron nada que ver con el pasado, que ahora son morenistas.
Moreno aprovechó los pecados de su antecesor para bautizar a su gobierno. Hay que decir que hasta tuvo suerte. Ahora viene una etapa en la que el electorado exigirá resultados y mayor coherencia entre los que se dice y hace, terreno donde hay un claro déficit. Al tiempo.