El anuncio de un acuerdo que ponga punto final al conflicto colombiano y cree las bases para la paz ha sido una de las noticias más alentadoras para el pueblo colombiano y para la comunidad internacional, que ven en este gesto del gobierno de Santos y de la guerrilla de las Farc una luz de esperanza que acabaría con 50 años de guerra e injusticias sociales.
Los puntos que se tratarán en Oslo (Noruega), el próximo 8 de octubre, son pertinentes y, si se logran concretar, cambiarán la historia del país. Pero todo proceso de paz es complejo y requiere que las partes en cuestión tengan la voluntad de terminar el conflicto.
El proceso de las conversaciones va a estar lleno tires y aflojes, de ilusiones y desencantos. Cincuenta años de guerra y polarización no se borran de la noche a la mañana. Por esto, los miembros de la negociación, tanto del Gobierno como de la guerrilla, deben tener el suficiente tacto para darle prioridad a lo fundamental, poniendo siempre los intereses de la paz por encima de los intereses particulares. Por esto, también, la sociedad colombiana debe acompañar el proceso de negociación con foros, cátedras sobre la paz y movilizaciones pacíficas, como ya se están viendo. Si la sociedad, de verdad, quiere que esta negociación llegue a un término feliz, debe acompañarla activamente y exigirle a la comisión de Oslo que no vaya a desaprovechar esta oportunidad histórica.
Hay tres de los cinco puntos donde la comisión negociadora debe tener la suficiente inteligencia y tenacidad para sacarlos adelante: el narcotráfico, la participación política y el tema de las víctimas.
Sobre el narcotráfico, los líderes de la guerrilla han dicho que no tienen ninguna relación con este. El Gobierno y la sociedad saben que el narcotráfico ha sido el combustible de la guerra, y que muchos frentes guerrilleros se lucran de este oscuro negocio, a través del ‘impuesto a la producción de coca’. Sobre este punto, la mesa de negociación tendría que mirar el narcotráfico como un problema global donde, así mismo, están implicados los países consumidores. La comisión negociadora podría firmar un acuerdo de erradicación y sustitución de cultivos, donde los guerrilleros desmovilizados participen en esta tarea.
Sobre la participación política, es claro que si hay un grupo alzado en armas, es porque nunca tuvieron un espacio para expresarse políticamente. Recordemos que el Frente Nacional que se firmó en Sitges (España) fue entre los partidos tradicionales, dejando por fuera a la oposición.
Sobre los secuestrados y las víctimas, asombra al país que la guerrilla desconozca que tiene secuestrados en su poder.
Si esto es así, ¿qué se hicieron los cientos de secuestrados que aparecieron en la televisión al lado del ‘Mono Jojoy’?
El Tiempo, Colombia, GDA