Nos rompemos el lomo
Esta frase con la que bautizo este artículo es pan de todos los días si del campesino se trata. Cien años después de las reivindicaciones indigenistas parecería ser que el país habría cambiado y que las mentalidades autoritarias urbanas habrían tomado conciencia de algo tan obvio: las personas que labran el campo nos dan de comer. ¿Pero…en qué condiciones queda este fundamental sector de la sociedad? El esfuerzo de su parte en estas dos últimas décadas es aún mayor puesto que se han organizado para que nuestro alimento cumpla con las condiciones agro ecológicas. Se han multiplicado las redes, la mayor, la Confederación de Campesinos Agroecológicos del Ecuador a la que pertenecen casi todas las organizaciones. Se han unido para planificar el manejo de ferias, capacitar mujeres y jóvenes, visitar fincas hermanas, intercambiar y preservar algunas semillas andinas que de otra manera se habrían perdido irremediablemente. Aún así la gran industria alimenticia se enriquece; la pequeña se encuentra exánime.
“El Estado no nos compra los productos y si lo hace regatea o no nos paga” comenta doña Bélgica Jiménez, líder campesina de Ludo en el Azuay. Tampoco activa frecuencias de transporte para sacar los productos a la ciudad en días de feria; los créditos del Banco Nacional de Fomento no son buenos en términos de tasas de interés; pagan 30 centavos por litro de leche y este valor supone trabajar a pérdida; los insumos son costosos. “El Estado nos impone leyes, trampas y trabas…Nos hablan de valor agregado. Lograr una marca cuesta USD 600 por cada producto, el permiso, otro tanto. Es decir, por una mermelada de manzana, sacarla con las de ley equivale a un gasto de USD 1 200.” Y así cada producto nuevo certificado. Algunas campañas y leyes -la de Sanidad Agropecuario- de parte del Estado son punitivas, no acompañantes y vigilantes del bien campesino.
La Red Agroecológica del Austro es una de las organizaciones que trabaja con relativa autonomía; los municipios de Gualaceo, Sígsig, Nabón, Turi o Cuenca acompañan el proceso. En estas dos décadas de intenso trabajo político por parte del campesinado organizado se ha logrado promocionar los productos de la agro ecología local, avanzar en la dignificación del campesinado, visibilizar sus necesidades. Aún así queda mucho por hacer; la falta de trabajo ha provocado el crecimiento de productores agrícolas, pero las ganancias son mínimas. Y, “sobre piedras palos”, la cultura del ecuatoriano es la del regateo y la exigencia de un poco más, la “yapa”.
“Soy soltera, tengo 49 años, trabajé políticamente desde mis 18; tejo sombreros pero no me gusta mucho; cultivo lo que se pueda. Mi pasión es participar de los talleres donde analizamos problemáticas de coyuntura; mi deseo, ser de la Conaie”. Declaraciones de las Bélgicas del mundo andino…