La polémica de la semana, el cruce de palabras entre el alcalde de Guayaquil Jaime Nebot y el líder de Creo y candidato presidencial, Guillermo Lasso no parecen obra de la casualidad.
Veamos los hechos: Guillermo Lasso se reúne con empresarios en Guayaquil y sostiene, en una metáfora, que no se debe dar la espalda a la realidad de la pobreza comparando la situación con esconder la basura bajo la alfombra.
Jaime Nebot reacciona con críticas fuertes. Dedica la mayor parte del tiempo de su entrevista semanal en la radio a hablar del asunto y a decir que se está dando a conocer un ‘nuevo Guillermo’, distinto al que había conocido durante 30 años. Ese era el ‘falso Guillermo, el verdadero es el que empieza a aparecer ahora’. Lasso aclaró por TV que no se refirió a la gestión de Nebot.
Una vieja amistad y hasta colaboración unió ( ¿une?) a Nebot con Lasso. Ideas comunes, proyectos puntuales y hasta acuerdos políticos entre sus fuerzas – salvo el episodio evidente de una elección pasada donde Nebot marcó territorio para sus fuerzas (Partido Socialcristiano y Madera de Guerrero) sin dejar resquicios para la irrupción de Creo en el tejido de las listas.
Luego de la última campaña presidencial Lasso siguió su marcha fortaleciendo su movimiento, buscando alianzas en Compromiso Ecuador, para evitar la nueva candidatura del Presidente, y proyectándose como candidato presidencial para 2017.
Nebot ( ¿Unidad?) lanzó a Cynthia Viteri.
Muchos ecuatorianos piensan que la única opción para derrotar a Alianza País es una candidatura única de toda la oposición. La verdad es que se juegan intereses diferentes, visiones distintas y hasta modelos encontrados que dificultarían la gobernanza, siempre y cuando ganen primero la elección presidencial. Además la supervivencia de los partidos y movimientos depende de porcentajes de votos y la presentación de listas y alienta la dispersión.
Por eso las alianzas no son fáciles, además de los apetitos personales y visiones ideológicas diferentes pero respetables.
Pero lo que luce inadmisible es que luego de una década en la que ganó el autoritarismo, la demolición de las instituciones, la ausencia de aire democrático y libertades y en la que el modelo hizo crecer la burocracia y minimizó a la actividad privada privilegiando al Estado, muchos de los actores políticos de oposición no tengan en cuenta que al frente hay un rival poderoso. En esta hora lo mínimo que se le puede pedir a toda la dirigencia es un esfuerzo sincero de respeto al rival, de no lastimarse entre candidatos, consideran que bien se podrían necesitar mutuamente en un posible escenario de segunda vuelta para derrotar al adversario común. Además, generar condiciones para sacar al país del bache económico y el déficit de política democrática existente y evidente.
Por eso es que cruces de palabras como el reseñado dejan interrogantes. ¿Hay alguien que sale ganando? ¿ Hay pactos de trastienda? Preguntar por Maquiavelo.