“Inseguridad mantiene en alerta a la Capital” informa EL COMERCIO en su edición de 29 de septiembre.
En el presente año los amigos de lo “ajeno” (ladrones, en castellano) han robado a 3.260 personas; 475 motos; 725 vehículos a motor y han asaltado y robado 899 viviendas. Y todavía falta lo que podría ocurrir en el último semestre de este año.
La ciudadana señora Lucrecia Viteri ha pronunciado una frase que resume esta situación: “Nos robaron la paz”.
Continúan las revelaciones: “El 67% de asaltos en buses se cometen con pistolas y cuchillos”, pero no faltan el arranche de celulares, sustracción de carteras y hasta utilizan escopolamina para inutilizar a la víctima. En los autobuses de Quito, en los tres primeros trimestres de este año han robado a 2019 pasajeros. Con seguridad estas cifras se duplican o triplican por la falta de denuncias de los perjudicados.
También están perjudicando por aire y por mar: Dos hermanos operaban en una red de traficantes mexicanos (EL COMERCIO, 29 de septiembre), personas de alto interés político que usaban aviones, y uno de ellos era autoridad. Y este es solo un caso: avionetas utilizan pistas clandestinas y llevan consigo toneladas de droga. También las lanchas y submarinos.
Sobre el robo en el mar: basta leer este Diario en edición de 28 de septiembre: “Los trabajadores del mar de Manabí, Esmeraldas y Guayas son los más afectados por los atracos de los piratas con fusiles HK y armas tipo mini uzi para quitarles las naves, la pesca, las herramientas y el combustible. Los casos se han incrementado: pasaron de 110 en el 2014 a 611 en este año, 33 pescadores han muerto en los últimos 8 años”.
Pero de la nefasta actuación de los ladrones no se escapa ni en el subsuelo: en la mina de Buenos Aires, Imbabura ingresaban por túneles para robar rocas con oro; igual en las minas de Zaruma, a pesar de que prácticamente no rinde casi nada: Está prohibido todo trabajo subterráneo, pero no respetan y parte de la hermosa ciudad puede derrumbarse.
Ante tanto abuso, y a pesar de la tenaz y exitosa actuación de la Policía, la actuación del Ejército y de la Marina, los propios ciudadanos empiezan a organizarse para su defensa. El grave peligro es que si cae algún sospechoso en manos de la multitud, pues lo castigarán de tal manera que, cuando llegue la Policía, estará cercano a la muerte, o ya muerto. Hay un ambiente de cansancio, de fastidio al constatar semejante ofensiva contra la seguridad de las personas, de los bienes, de los hogares. Como bien señala la señora Viteri: “hoy tiene miedo de salir de su casa, en Miraflores”, al tiempo que relata los perjuicios sufridos por sus parientes más cercanos.
Pregunta final: todos los autores de semejante ofensiva son ecuatorianos?