La escena de una asambleísta recomendando a sus coidearios que “roben, pero roben bien” para que no les descubran, fue desagradable pero no sorpresiva. En realidad, fue casi tranquilizadora, porque desde hace mucho tiempo que sabíamos que esa era la lógica de mucha gente que entra en la política. Y la asambleísta lo único que hizo fue confirmar la desagradable sospecha.
El hecho de que la señora pueda decir tremenda barbaridad frente a un grupo grande de gente y que nadie proteste vehementemente es una señal de que esa recomendación goza de un amplio consenso en quienes la escucharon. En otras palabras, ella y un buen número de los asistentes piensan igual. O, al menos, no les repugna la idea.
Dicho de otra manera, es reprochable tanto su actitud como la de su público. Pero también es esclarecedora porque ya sabemos a qué van. Ya se les cayó la máscara de defensores de los pobres, del medio ambiente o de los derechos de las minorías. Van a robar y, dentro de lo posible, lo van a hacer “bien”. Y a sus votantes no les parece mal. Eso es trágico.
Tener políticos corruptos que disimulen sus ansias de robar escondiéndose tras frases bonitas es algo que existe aquí y en el resto del planeta. En realidad, eso no es tan grave porque para eso existen las instancias de la justicia y ya hemos visto que los corruptos algún día terminan cayendo.
Pero el problema verdadero, lo realmente complejo de resolver es que hay ciudadanos dispuestos a votar por gente que defiende y promueve el robo, porque para eso no hay antídoto ni fiscal o corte.
En resumen, del video, lo peor no es la asambleísta, sino su público. Y peores aún son los votantes que, presentes o ausentes, la llevaron a ese cargo. Porque las personas cercanas a la señora deben saber cuáles son sus prioridades en la vida, sobre todo si lo va pregonando así, a los cuatro vientos.
La pregunta es cómo llegamos a tener un país donde a los votantes no les importa tener representantes que hagan una apología del robo y qué podemos hacer para reducir esa plaga. Detrás del concepto de justificar la corrupción está una visión según la cual toda la riqueza actual es el resultado de robos del pasado. Para la señora asambleísta, todos los ricos llegaron a serlo gracias a robar.
La única manera de romper con eso es demostrar a los ecuatorianos que la gran mayoría de los que algo han logrado en su vida lo hicieron de manera honrada. Y eso pasa por perseguir y castigar a quienes lo hicieron de manera deshonesta para que los honestos puedan brillar.
Esa labor que recae en la justicia (fiscalía, contraloría y cortes) y puede llevarnos años. Pero sólo así podremos ponernos a trabajar y a generar riqueza en paz, sin que eso sea mal visto.