Primer día de este año que pinta color de hormiga. Navegando sin rumbo por la tele me engancho con una película que acaba de empezar: es ‘La joven de la perla’, donde Scarlett Johansson interpreta a la enigmática sirvienta que habría posado para el famosísimo retrato de Johannes Vermeer. Aunque el argumento creado alrededor de la pintura huele a telenovela, la fotografía, el vestuario y la actuación de Scarlett y de Colin Firth nos trasladan, en calidad de voyeristas, al mundo doméstico del genial pintor holandés del siglo XVII.
Bueno, ‘nos’ es mucha gente porque, a mí, los labios carnosos de la actriz me envían más bien a una noche del 2007.
Nada hay más pavoroso que un telefonazo en la madrugada. Estoy en mi apartamento quiteño y mi hijo estudiante se halla en Barcelona, acompañando a una novia que es parte del equipo de filmación de Woody Allen. ¡Riiinng! suena el aparato. Con mano temblorosa levanto el auricular y escucho: ‘¿Papá…?’ Me quedo helado: ¡Jacinto, ¿qué te pasó?! ‘Nada, estoy bien’. ¿Seguro?, ¿no hubo un accidente, alguna enfermedad, algo..? ‘Tranquilo, todo está bien’ ¿Y por qué me llamas a esta hora? ‘Perdón, me confundí con el cambio de horario, quería contarte algo, te llamo más tarde’. Ya que estoy despierto, cuéntame de una vez. ‘Estuve anoche en una fiesta privada con Penélope Cruz, Javier Bardem y Scarlett Johansson’.
¡Wow! ¡Muy bien! ¿Y Woody Allen asistió a la reunión? ‘No, dijeron que estaba neurótico’. Nada raro en él, pienso como fan. Y como he visto hace poco ‘Match Point’, donde la Johansson asoma con una blusa mojada, besándose con el protagonista bajo la lluvia en el colmo de la sensualidad, profundizo en el filosófico diálogo padre-hijo: ¿Y qué tal la Scarlett? ‘Más o menos no más’. La respuesta me deja anonadado. Veo que los estándares de mi hijo son estratosféricos. Es como decir que Messi juega más o menos al fútbol.
Luego de tan insólita charla vuelvo a dormir y sueño, por supuesto, que estoy en una isla desierta con Scarlett, Penélope y Javier. Cuando despierto abrazado de la almohada tengo una gran confusión en la cabeza pues creo que soñé también que mi hijo me había llamado desde Barcelona. Luego comprobaré que fue una llamada real.
En cualquier caso, Scarlett Johansson es una muy buena actriz, como lo mostró en ‘Lost in Translation’, aunque también haga tonterías comerciales. En cambio, el maestro Vermeer, incluso cuando pintaba por razones monetarias, no bajaba la guardia. De él tuve el gusto de admirar, en el muy manejable Rijksmuseum de Amsterdam, otra de sus pinturas legendarias, ‘La lechera’, que sirvió para recrear el vestuario de la película que acabo de ver el primero de enero, cuando me prometí que, si los correístas no terminan creando una nueva moneda o anexando el Ecuador a China, haré lo posible para ver, con estos ojos que se han de hacer polvo, el óleo de la joven de la perla que se exhibe en Holanda.