Columnista invitado
La dolarización que se adoptó oficialmente en enero de 2000, pues antes ya veníamos transformando aceleradamente nuestros activos y pasivos de sucres a dólares, introdujo sin duda una rigidez a la política económica. Esta inflexibilidad fundamentalmente hace referencia a la imposibilidad de devaluar y de imprimir moneda nacional. Es una restricción porque nos resta capacidad de respuesta a situaciones imprevistas, como una baja del precio del petróleo o una apreciación del dólar, que encarecen nuestras exportaciones. En la actual coyuntura, menores ingresos por una baja del precio del crudo podía “administrarse mejor” devaluando la moneda, entregándole más moneda nacional por cada dólar al presupuesto del Estado y, de esta manera, moderar el impacto de ese shock externo. Sin embargo de esta “facilidad” de tener moneda nacional, su aplicación nunca estuvo exenta de problemas, pues hay toda una discusión sobre el eventual impacto recesivo o expansivo de una devaluación, pues devaluar implica reducir costos en moneda extranjera como son los salarios. Asimismo, devaluar normalmente conlleva mayor emisión monetaria, con lo que suben las presiones inflacionarias y las tasas de interés, con lo que el poder adquisitivo de las personas se reduce y el crédito se encarece. Por estas y muchas otras razones, como la mayor dificultad de importar materias primas y bienes de capital, una devaluación tiene serios riesgos de producir mayor inestabilidad macroeconómica; es decir, puede acarrear a corto plazo más costos que beneficios.
Con moneda nacional o sin ella, la disciplina fiscal y la acumulación de fondos de ahorro siempre son importantes. Inclusive, un país pequeño en el contexto externo como el Ecuador, sin moneda nacional, altamente dependiente de sus productos principales de exportación, es imperdonable que no haya tenido una conducción responsable y ordenada de las finanzas públicas.
Utilizando la misma explicación oficial, si tengo menos herramientas para administrar la economía, como es la ausencia de política monetaria y cambiaria, ¿por qué no consideraron a la política fiscal como la columna vertebral de la estabilidad macroeconómica?
Aparte de la obvia condición de orden fiscal, si es más rígido el manejo económico, sobre todo ante adversidades externas, debimos introducir más flexibilidad interna. Hicieron lo contrario, no ahorraron un centavo, se endeudaron agresivamente, gastaron lo que tuvieron y no tuvieron, fijaron a dedo las tasas de interés y endurecieron las relaciones laborales. Es decir, criticando la rigidez de la dolarización agregaron más rigidez interna. Es difícil aceptar que la demagogia y el populismo hayan podido más que la lógica económica y el sentido común.
Por cierto, la rigidez de la dolarización nos ha salvado de muchos problemas. Ya me imagino con máquina de impresión de billetes a dónde hubieran llegado. Sin duda alguna dolarizar fue la mejor elección.