El Gobierno ha emprendido interesantes iniciativas como la nueva matriz productiva y la reforma energética. Aunque las intenciones son buenas, mientras más osadas, más riesgos pueden tener.
La nueva matriz productiva tiene fines positivos, como generar empleo y promover una mejor balanza comercial. Sin embargo, su principal desafío es sustentarse a largo plazo por sus bases ligadas al proteccionismo y a la substitución de importaciones, muy usados en los años cincuenta y sesenta, y agotados en los ochenta con los vientos aperturistas y sus ineficacias para mantener el crecimiento.
El hecho que se promueva la fabricación local, sin importar las ventajas comparativas del país, puede generar beneficios de corto o mediano plazos, pero no será sostenible a largo plazo.
Es comprensible que el Estado entre a racionalizar un desequilibrio comercial significativo, y que procure regular mejor los productos importados. Es oportuno aprovechar el momento para proteger al consumidor con normas de calidad que eliminen los riesgos a la salud y al medioambiente.
Sin embargo, sería negativo asumir el riesgo de subsidiar a determinados sectores de industrias que podrían no ser competitivos, y más bien acelerar incentivos y políticas para aumentar la productividad y las exportaciones.
La reforma energética, en su concepto general, es positiva y fácil de vender. Pero el diablo está en los detalles, sobre todo en la ejecución y cuando se analiza a lo largo del tiempo. Reducir subsidios es correcto, depender de energía renovable también, pero aún falta información de una matriz diversa de largo plazo y del alcance real de substituir el gas por energía hidroeléctrica.
Si bien la nueva capacidad hidroeléctrica es posible por la disponibilidad del potencial natural y una sociedad civil conforme, ¿qué pasa cuando casi todos usen cocinas eléctricas y la producción del país aumente la demanda de energía? ¿Hay nuevos proyectos? ¿Y el riesgo en casos de sequías? ¿Existen suficientes fuentes alternativas? El mundo no es perfecto, el Ecuador tampoco, y la energía hidráulica no servirá para todo, para todos, o para siempre.
El riesgo de una economía muy proteccionista con una matriz energética dependiente de una fuente, puede ser mitigado a través del factor o pieza faltante del rompe-cabeza de la economía del país. La falta de inversión. La inversión pública no es suficiente. Falta inversión privada, local y extranjera.
Gracias a las medidas revolucionarias que podrían crearse para fomentarla, se puede atraer suficientes divisas para aprovecharlas en mayor producción en sectores de largo plazo, como el energético y el industrial minero, forestal o agro-exportador, generando así empleo y mejores niveles de vida, sin tomar riesgos innecesarios.