En los países de América del Sur que integran la Alba, que siguen el modelo inspirado en Cuba y Venezuela, hay dos características comunes en el plano político: la búsqueda de retener el poder más allá de dos mandatos consecutivos y la transformación de los medios independientes y críticos en la oposición.
En el segundo mandato de Cristina Kirchner, la Argentina avanza en estas dos características hacia el modelo político de la Alba.
En Venezuela, Ecuador y Bolivia -donde la oposición es débil y desarticulada, y la concentración de poder en los presidentes muy fuerte- la crítica de los medios adquiere mayor significación porque las voces de la oposición, más allá de sus intenciones, no logra expresar una verdadera alternativa.
Entonces, se desata una serie de acciones que por lo general pasan por sancionar leyes de medios, aplicar multas y condenas penales, manejar la publicidad oficial con arbitrariedad y articular una estructura de medios públicos, en busca de acallar o neutralizar a los medios privados.
La Argentina parece tomar el camino de los países de la Alba.
En cambio cuando en Brasil, Uruguay y Perú se planteó la necesidad de una ley que regule los medios, los presidentes Rousseff, Mujica y Humala, no acompañaron la iniciativa, que no prosperó.
La Argentina parece en cambio tomar el camino de los países de la Alba. Comenzando por lo político: quien logró el segundo lugar en las elecciones presidenciales del año pasado obtuvo el 17% de los votos, quedando a 38 puntos del oficialismo. El 45% que votó a la oposición lo hizo con el fraccionamiento o división más grande de la historia electoral argentina.
Iniciativas como la aplicación del artículo de desinversión de la ley de medios, la declaración de interés público nacional del papel para diarios, el uso arbitrario y discrecional de la publicidad oficial y la iniciativa de un código de ética periodística, pasan a una ofensiva política destinada a desarticular y acallar las voces de quienes no concuerdan con el Gobierno. Sin una oposición articulada, la voz de los medios críticos al Gobierno adquiere mayor importancia política dado que, de silenciarse, se abre el camino a la hegemonía política. Que los medios se hayan transformado en un campo de batalla de la política hace que la discusión sobre este tipo de iniciativas no se desarrolle en función de su entidad técnica, sino que adquiere una dimensión política e ideológica que sesga y distorsiona. Sin oposición articulada, la voz de los medios críticos al Gobierno adquiere mayor importancia dado que, de silenciarse, se abre el camino a la hegemonía política.
Respecto al proyecto de establecer un código de ética para el periodismo, no parece equilibrado. Una iniciativa similar para el sector público lleva más de una década sin implementarse.