Project Syndicate
El año pasado, con mi colega Brunello Rosa identificamos diez factores de riesgo capaces de provocar una recesión en EE.UU. y todo el mundo en 2020. Nueve todavía están en juego.
Muchos tienen que ver con Estados Unidos. Las guerras comerciales con China y otros países, sumadas a restricciones a la inmigración, a la inversión extranjera directa y a la transferencia tecnológica, pueden tener profundas repercusiones sobre las cadenas globales de suministro, con amenaza de estanflación (desaceleración del crecimiento a la par de un aumento de la inflación). Y el riesgo de un menor crecimiento en EE.UU. se ha vuelto mayor, ahora que el estímulo de la rebaja impositiva de 2017 ya se agotó.
Los mercados de acciones estadounidenses se han mantenido en un estado de efervescencia. A esto se suman riesgos con nuevas formas de deuda (lo que incluye a muchos mercados emergentes, que tienen buena parte de sus deudas en moneda extranjera). Como la capacidad de los bancos centrales para actuar como prestamistas de última instancia está cada vez más limitada, la iliquidez de los mercados financieros los hace vulnerables a derrumbes repentinos y otras disrupciones: una sería que el presidente estadounidense Donald Trump ceda a la tentación de crear una crisis de política exterior (una “cortina de humo”) con algún país, por ejemplo Irán. Aunque eso tal vez refuerce sus índices de aprobación locales, también puede provocar una crisis petrolera.
Fuera de los Estados Unidos, la fragilidad del crecimiento en la muy endeudada China y en otros mercados emergentes sigue siendo preocupante, lo mismo que los riesgos económicos, gubernamentales, financieros y políticos en Europa. Para peor, en todas las economías avanzadas, las herramientas de las autoridades para responder a una crisis siguen siendo limitadas. Las intervenciones monetarias y fiscales y las medidas de respaldo al sector privado que se usaron después de la crisis financiera de 2008 ya no pueden usarse con la misma eficacia hoy.
El décimo factor que analizamos fue la política de tipos de interés de la Reserva Federal de los EE.UU. Tras subir la tasa en respuesta al estímulo fiscal pro cíclico de la administración Trump, en enero la Fed dio marcha atrás. A futuro, lo más probable es que la Fed y otros grandes bancos centrales deban reducir las tasas para manejar diversas perturbaciones.
Las guerras comerciales y la posibilidad de picos de precio del petróleo son una amenaza para la demanda agregada y, por tanto, para el crecimiento del consumo, porque los aranceles y el encarecimiento de los combustibles reducen el ingreso disponible. Con tanta incertidumbre, es probable que las empresas opten por reducir el gasto en capital y la inversión. Una perturbación suficientemente grave puede provocar una recesión global.