Existe un creciente consenso de que la primera crisis genuina de la presidencia de Donald Trump podría involucrar a Corea del Norte por su capacidad de colocar una ojiva nuclear en misiles balísticos con alcance y precisión suficientes para llegar a los Estados Unidos continentales. También otros factores podrían causar una crisis: un gran aumento de ojivas nucleares de fabricación norcoreana, la evidencia de que está vendiendo materiales nucleares a grupos terroristas o algún uso de sus fuerzas militares contra Corea del Sur o las fuerzas estadounidenses afincadas allí.
No hay tiempo que perder: cualquiera de estos acontecimientos podría ocurrir en cuestión de meses o, como mucho, años. Se ha agotado la paciencia estratégica, el enfoque hacia Corea del Norte que ha caracterizado las sucesivas administraciones estadounidenses desde comienzos de los noventa.
Una opción sería simplemente aceptar como inevitable el constante aumento de la cantidad y calidad de los inventarios nucleares y misiles de Corea del Norte. Estados Unidos, Corea del Sur y Japón recurrirían a una combinación de defensa antimisiles y disuasión.
El problema es que la defensa antimisiles es imperfecta y la disuasión es incierta. La única certeza es que el fracaso de cualquiera de ellas tendría costes inimaginables. En estas circunstancias, Japón y Corea del Sur podrían reconsiderar si también necesitan armas nucleares, planteando el riesgo de una nueva carrera armamentista en la región que pueda llevar a su potencial desestabilización.
Un segundo conjunto de opciones sería recurrir a la fuerza militar. La incertidumbre sobre si los ataques militares podrían destruir todos los misiles y ojivas nucleares del Norte. Pero incluso si se pudiera, Corea del Norte probablemente tomaría represalias contra Corea del Sur. Dado que Seúl y las tropas estadounidenses estacionadas en Corea del Sur están dentro del alcance de miles de piezas de artillería, el número de víctimas y el daño físico sería inmenso. El nuevo gobierno surcoreano (que tomará posesión en dos meses) resistirá ciertamente cualquier acción que pueda desencadenar tal escenario. Algunos esperan un cambio de régimen del liderazgo norcoreano que se muestre más razonable. Probablemente lo haría, pero dado lo cerrado que es Corea del Norte, lograrlo es más factible en el territorio que por una política seria.
Esto nos lleva al ámbito de la diplomacia. Estados Unidos podría ofrecer negociaciones directas con Corea del Norte (tras estrechas consultas con los gobiernos de Corea del Sur y Japón, e idealmente en el contexto de otras resoluciones y sanciones económicas de las Naciones Unidas). Los norcoreanos tendrían que aceptar congelar sus capacidades nucleares y de misiles, lo que requeriría el cese de todas las pruebas de las ojivas nucleares y los misiles.