No es un mal ejercicio el que se hace todos los años, especialmente porque la paciencia, algo muy difícil de controlar, se pone a prueba. Es que toca ir a revisar el carro y vencer muchos obstáculos, algunos absurdos.
Si pretende hacer la revisión en un solo día, en horario de oficina y cree que es lo mismo que ir a un “fast food” es mejor que ni lo intente. Si cree que es cuestión de salir un rato de la oficina y retomar las actividades en no más de una hora, también está perdido.
Veamos cómo fue que mi paciencia superó todas las pruebas. El primer intento fue un miércoles, el despertador listo a las 5 de la mañana. El arribo a San Isidro del Inca fue media hora después. Conté aproximadamente 10 cuadras de vehículos y tomé la mejor decisión, regresar a casa, era imposible que con esa cantidad de gente esperando sería atendido antes del mediodía.
El segundo intento fue un sábado. El despertador sonó a las 04:30, un poco antes de las 05:00 ya arribaba al punto, pero mi sorpresa fue que la fila de carros era un poco menor que el miércoles, apenas unas nueve cuadras.
La mayoría de dueños de vehículos no se veía, habían reclinado el asiento para dormir, aunque lo más probable es que se pasaron ahí toda la noche. Como estaba recargado de paciencia disfruté la lectura de un libro que estaba inconclusa.
Ya en el proceso de la revisión todo funciona bien. Los empleados que atienden en esas oficinas lo hacen con la mejor disposición, los técnicos que revisan son rápidos, trabajan muy organizados.
Pero ahí mismo, después de la revisión, hay otra oficina donde todos debemos acudir para registrar la revisión y el pago de la matrícula. Esa es otra historia, pero bueno ya habían transcurrido más de cinco horas y mi paciencia no había sufrido ninguna alteración.
Salvo por un par de detalles. Resulta que el año pasado estaba exonerado de la revisión porque el carro es del 2011 y no fui porque creía que todo estaba bien, además había pagado en el banco el valor anual de la matrícula.
‘Nof’ me dijo una atenta funcionaria, le toca pagar una multa de 75 dólares. La pregunta típica, “¿vea y aquí reciben Diners?”. Volvió a repetir el monosílabo ‘nof’. Ni juntando todas las monedas que siempre se acumulan en el auto alcanzaba. Por suerte se asomó por ahí un amigo y me ayudó a completar.
El mediodía y hora de cierre estaban cercanos, la paciencia se agotaba. En una sociedad que está completamente conectada, me preguntaba, ¿por qué había que registrar un pago de matrícula y una revisión que queda señalada con una calcomanía? También me preguntaba ¿por qué ese trámite no se hace en las concesionarias de vehículos que hacen mantenimientos cada 5 000 kilómetros? La prensa acaba de publicar una información de que van a inaugurar una nueva estación de revisión en el antiguo aeropuerto. Es una gran noticia que está a tono con el aumento del parque automotor.