Las potencias occidentales y los organismos multilaterales suelen analizar y manejar los conflictos entre países bajo el prisma de los derechos humanos; de la preservación de la democracia; o de la vigencia de acuerdos internacionales.
En cambio, países como Rusia o China prefieren mirar y manejar esos mismos conflictos desde la geopolítica, es decir desde una lógica que entiende al espacio geográfico -es decir, su tamaño y ubicación- como un elemento clave no solo para mantener el poder, sino también para aumentarlo.
Por más que la globalización tienda a imponer un discurso liberal en el tratamiento de los conflictos internacionales -uno que privilegia el diálogo por encima de la confrontación- siempre habrá un momento en que las razones de la geopolítica prevalezcan.
Para entender las razones de la geopolítica se deben estudiar las fronteras, las líneas costeras, los valles y las cordilleras. Es lo que Robert Kaplan -escritor, viajero y experto en conflictos internacionales- denomina “la revancha de la geografía”.
Durante los últimos años, Kaplan ha desarrollado esta tesis en la revista The Atlantic, mostrando, por ejemplo, que en países como Bangladesh es difícil establecer un Estado de Derecho porque la capacidad de acceso y cobertura de las instituciones está severamente limitada por las frecuentes inundaciones.
En el actual conflicto en Crimea, Kaplan dice que Rusia tiene las de ganar porque entiende mejor y le importa mucho más esa región que cualquier otra potencia en el mundo.
Rusia tiene una importante flota marítima en el Mar Negro, explica Kaplan. Además de ser uno de los pocos puertos que posee un país tan vasto como aquel, su posición es de indudable valor estratégico porque le da acceso al Mar Mediterráneo, es decir a Europa y África.
Putin jamás permitiría que un país pro occidental como Ucrania pudiera tener el control de ese territorio, porque aquello pondría en riesgo la posición rusa en aquel puerto y también el bienestar de su flota marítima, asegura el autor del célebre ensayo ‘The Coming Anarchy’.
Ucrania y Rusia comparten una vasta línea de frontera. A lo largo de esa línea, la mayor cantidad de yacimientos de gas están del lado ruso. Esto hace que Ucrania no solo dependa de Rusia para realizar su actividad comercial, sino también para subsistir desde el punto de vista energético, explica Kaplan.
Si Putin asegura el control de Crimea no solo defenderá su posición en el Mar Negro, sino que evitará que Ucrania consolide sus lazos con Occidente, concluye el autor de ‘Balkan Ghosts’.
Los líderes mundiales deben entender “la revancha de la geografía” para que puedan llegar a una solución satisfactoria en torno a Crimea. De lo contrario, la violencia seguirá escalando.