Será tarea de los historiadores en el futuro catalogar lo sucedido en la última década en el subcontinente. Pero, a no dudarlo, se trataron de años de excepción marcados por el inmenso ingreso de divisas, producto de la elevación de los precios de los bienes de exportación; y, por la coyuntura mundial en la que un nuevo actor económico irrumpía en territorios donde antes no había tenido mayor presencia.
A finales de los ochenta se pensaba que las grandes obras de infraestructura ya no iban a ser realizadas directamente por los Estados, pues los organismos financieros internacionales ya no concedían préstamos para la realización de ese tipo de trabajos.
El modelo que tomaba fuerza era aquel en que estos emprendimientos debían realizarse con fondos de particulares, financiados con lo que cada uno de ellos produciría en el futuro. Pero con la presencia del gigante chino, ávido de ampliar su influencia más allá de área geográfica y con la pretensión evidente de disputar el liderazgo mundial, los Estados latinoamericanos encontraron el aliado adecuado para, vía endeudamiento, irrumpir directamente en tareas que por diversas razones habían quedado postergadas.
Puentes, carreteras, desarrollo de campos de hidrocarburos, explotación de minas, refinerías, electricidad y tantas otras áreas han sido copados por la presencia del capital de las empresas chinas. Es común ahora ver en las capitales latinoamericanas numerosos grupos de ciudadanos chinos, que interactúan en los negocios en los que han conseguido participación. En esta última época, en poco o nada se ha incrementado en la Región la inversión proveniente de los países occidentales, acosados por sus propios problemas. El espacio ha sido dejado para este nuevo actor que simplemente lo ha copado.
Pero las condiciones van variando. El gigante asiático es más cauteloso y el precio de los bienes de exportación está descendiendo. Se han agotado los ahorros de muchos de los países y las reservas escasean. Los Estados con políticas populistas más agresivas, caso Venezuela y Argentina, viven procesos inflacionarios y devaluatorios que castigan a sus poblaciones y ponen en entredicho todo lo que supuestamente se avanzó durante la década de esplendor. En esos países las divisas escasean pese a la inmensa riqueza que percibieron.
¿Fin de ciclo? Ya no se puede contar con que los recursos seguirán llegando para continuar con políticas de gasto que no se hallen adecuadamente soportadas. Pero si la política de subsidios ha sido la que a muchos de estos gobiernos les ha permitido alcanzar y mantenerse en el poder, ¿será posible que la puedan dejar de lado por la disminución de recursos? Todo parece apuntar que otras serán las cuentas afectadas, con la consecuente contracción económica de la Región.
El experimento va dejando ver sus costuras; y, los avances logrados pueden desaparecer si no se actúa a tiempo, reaccionando en forma debida ante la nueva coyuntura. De todas maneras, no es una materia para nada desconocida por estos lares.
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