Durante una buena época estuvo muy de moda trinar contra el FMI. En determinados círculos, nada garantizaba mejor la acogida de la comunidad de analistas que una buena fustigada al organismo internacional. A pesar que los economistas perteneciesen a corrientes distintas, los reproches fluían como agua fuera de sus bocas.
Sin ir más lejos, nuestro presidente era un gran aficionado, del sonido de sus palabras se podía percibir el gusto con el que pronunciaba sus arremetidas. Los más entusiastas llegaron a vaticinar la pronta muerte del organismo, y muchos otros se relamían los labios con estos vaticinios. Pero ahora ya no es nada ‘fashion’ quejarse del FMI; el organismo ha vuelto y, aparentemente, más fuerte que nunca.
Sin embargo, los cinco grandes males que aquejaban al organismo parecían mortales. Por un lado, era difícil que el FMI logre sanear su imagen de la historia de crisis que golpearon los países que habían cumplido con sus políticas económicas. Específicamente, en América Latina fuimos grandes alumnos de sus enseñazas, para luego convertirnos en el ejemplo mundial de los comportamientos errados. Por otro, los condicionamientos que el FMI hacía pesar sobre sus préstamos eran tan pesados que en ocasiones prometían dar más dolores de cabeza que lo que podían aliviar. Además, cada vez se volvió más raro encontrar un político dispuesto a tener un escrutinio tan ajustado sobre sus gastos, su gestión, y a enfrentarse a las reformas solicitadas.
Asimismo, el avance de la educación en la clase dirigente de los países pobres, redujo paulatinamente el número de naciones necesitadas de lecciones financieras; dando al traste con la actividad de asesoramiento de la organización. La proliferación de fuentes de financiamiento para los Estados, despojó al FMI de su aura de “única salvación posible”. La estocada final vino de la parte de la difusión de organizaciones regionales, que brindan a los estados un apoyo más solidario y amplio frente a las crisis económicas.
Pero a pesar de tanto en contra, el organismo actúa ahora, codo con codo con la UE, en el ojo del huracán griego. Por si esto fuese poco, España y Portugal están a un paso de pedir su ayuda. En pocos años el FMI pasó de brindar ayuda a países africanos mal gestionados, a dictar sus políticas en el seno de una superpotencia.
Los logros de Dominique Strauss-Kahn, su dirigente, no terminan allí. Ha logrado situarse como el hombre del momento, al liderar las discusiones sobre la reforma financiera internacional para evitar futuras crisis, y sus propuestas son las más discutidas.
Sin embargo, el renacimiento del FMI no se perpetúa con roles corto termistas que su líder haya conseguido, sino al encontrar un papel esencial del organismo en la arquitectura internacional; cosa que no esta del todo asegurada.