Reto chileno

La imagen recorrió el mundo: Por primera vez en la historia, una mujer preside el Senado de Chile y posesiona a otra mujer, Michelle Bachelet, reelecta presidenta de la República.

Las circunstancias son novedosas. Y merecen destacarse. Pero lo son mucho más, cuando se conoce que la presidenta del Senado, Isabel Allende, es hija de Salvador Allende, el presidente socialista de Chile que cayó defendiendo la democracia frente a un golpe sangriento orquestado por la CIA; y que Michelle Bachelet es hija de un general democrático que fue perseguido por la dictadura y murió en prisión.

No se trata solamente de la posesión de una Jefa de Estado socialista por una Presidenta parlamentaria socialista. Ni una suerte de revancha personal contra Pinochet. Es ante todo un acto visible de cómo los pueblos terminan por consagrar a sus defensores, censurando a sus verdugos.

También la imagen revela que en los procesos democráticos las figuras, sobre todo si son mujeres, no logran posiciones por casualidad, o porque, vale el caso para destacarlo, han "heredado" el puesto. Estas son dos líderes socialistas que se han ganado sus posiciones a fuerza de una militancia seria y de un trabajo sostenido de años. No están allí ni por favoritismo ni por "hijas de familia", sino por méritos propios. Uno de ellos haber "heredado" el compromiso y la militancia.

La imagen es hermosa y aleccionadora, pero contiene un gran reto. La verdad es que en el Chile posdictatorial, la "Concertación" que gobernó por cuatro períodos hizo cambios serios, pero mantuvo mucho del Régimen de la dictadura. Y no solo en las políticas económicas, que continuaron en varios aspectos el neoliberalismo, sino en cuestiones sociales claves como la educación. En los mandatos de la "Concertación", cuyos dos últimos presidentes fueron socialistas, Lagos y Bachelet, se hizo poco y tarde por la reforma educativa, sobre todo de la Educación Superior.

La dictadura tuvo una política de privatización que quitó financiamiento estatal a las universidades públicas, obligadas a depender cada vez más de colegiaturas, y dejó al "mercado" los subsidios fiscales de los alumnos, terminó por elitizar más a las instituciones superiores y formar una masa de deudores de la banca privada que habían optado por elevados créditos para pagar los costos. Esta realidad se mantuvo sin cambio de fondo. Por ello se levantó la protesta estudiantil que sacudió al país durante el gobierno de Bachelet y su sucesor de derecha.

En su nueva propuesta electoral, Bachelet ha prometido un cambio a fondo del sistema educativo, recobrando el espacio público, y ha incorporado a su alianza a las figuras del movimiento estudiantil, lo cual ha significado que su base política "ha girado a la izquierda". Buen comienzo, pero el reto está adelante.

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