Los pronósticos de las encuestadoras se cumplieron con bastante aproximación en México. El candidato del PRI se impuso aunque no con la diferencia que inicialmente señalaban, ni con los resultados de las mediciones a boca de urna que, en un principio, daban cuenta de una ventaja mayor. Aquello no resta validez ni legitimidad al acto, lo que sucede es que serán otras las condiciones en las que tendrá que desarrollar su mandato el vencedor. En efecto, esa diferencia necesariamente hará que si se quieren transformaciones de fondo, tengan que consensuarlas con otras fuerzas políticas. Se busca renovar la imagen del PRI, otrora el partido cuestionado por su control absoluto del poder por cerca de 75 años. Su retorno a “Los Pinos” quiere marcárselo como cambio de época. Para bien de la democracia mexicana, ojalá esto sea así. Es otro el México actual ,según señalan observadores, y que se encuentra más institucionalizado, que existen otras fuerzas políticas que tienen importantes apoyos ciudadanos. Parecería que no es tan fácil volver a prácticas criticadas, que a su tiempo fueron calificadas como “dictadura perfecta”.
Se debe resaltar que en este último sexenio se han hecho esfuerzos por re-institucionalizar al país. Esto ha dado frutos, como se lo ha demostrado en estos comicios en los que el órgano electoral mexicano ha actuado con transparencia e independencia, lo que ha servido para que el proceso no se vea empañado por incidentes que pongan en duda los resultados. Hay que resaltar en este punto la actitud del mandatario en funciones, Felipe Calderón, que se mantuvo al margen de la disputa electoral, lo que le originó más de una crítica al interior de su tienda política. Pero ese es el camino correcto. Sería bueno aprender de ese ejemplo.
Por su lado el candidato de izquierda, como era previsible, ha cuestionado los comicios. Pero, esta vez, poco o nada tiene para mostrar que se lo ha perjudicado. Peor aún si se observa que, sumadas las votaciones de los partidos que se pronunciaron por mantener y profundizar los principios de libertad económica, alcanzan más de dos tercios del electorado, lo que muestra la preferencia de los mexicanos por estas tesis en desmedro de aquellos postulados más cercanos a los viejos credos tercermundistas. Cabe también reparar en que, en el supuesto de que si Manuel López Obrador hubiese llegado a la Presidencia habría tenido que lidiar con una fuerte oposición en la función legislativa lo que, a no dudarlo, era un escenario conflictivo.
El candidato ganador ha ofrecido enfocar sus esfuerzos para hacer de México, ahora onceava mayor economía del mundo, un lugar de oportunidades para todos. La lucha contra la pobreza y la violencia será, sin dudas, el mayor desafío de esta nueva generación de políticos que ojalá estén a la altura de los grandes retos y de los tiempos. Por México, habrá que esperar que tengan éxito.