‘Si esa es la bienvenida, van a ver cuál es la respuesta”, afirmó hace dos semanas el presidente Juan Manuel Santos luego de un ataque guerrillero en Putumayo que dejó ocho uniformados muertos.
El gobierno de Santos mostró sin ambages la magnitud de su reacción: en una operación conjunta las Fuerzas Militares dieron de baja al ‘Mono Jojoy’, máximo estratega militar de las FARC, uno de los comandantes más poderosos de esta organización subversiva.
La caída de tan oscuro personaje es el golpe más contundente que le han propinado a las FARC en su historia. La trayectoria de 35 años en armas de ‘Jojoy’, recoge como pocas el ascenso y consolidación de una cúpula guerrillera con prácticas bélicas deplorables como los secuestros masivos, los nexos con el narcotráfico y los actos terroristas.
‘Jorge Briceño’ se convirtió en el verdugo de miles de secuestrados como promotor de ‘campos de concentración’ en la selva y fue un despiadadado comandante a cargo de tomas de pueblos que llegó a ser el número dos dentro de la jerarquía de la organización. Con su muerte, el Gobierno se anota un éxito inmenso con profundas consecuencias en los más diversos frentes.
El primero es el militar. Junto a Jojoy, habrían caído otros importantes comandantes. Así, en poco más de tres años, ya sea por capturas, bombardeos quirúrgicos o muerte natural, una decena de líderes del Estado Mayor de las FARC han sido neutralizados. Por más compartimentalizada que esté la autoridad en la guerrilla, una cúpula diezmada no se reconstituye tan rápido. Es evidente que enfrentarán una crisis de liderazgo.
El otro campo es el simbólico. Con el mito de un Secretariado intocable hecho trizas, el efecto anímico para la tropa guerrillera es una invaluable ventaja sicológica que la Fuerza Pública debe aprovechar de inmediato. Las deserciones y las infiltraciones podrían debilitar todavía más al Bloque Oriental, que comandaba ‘Jojoy’, y confirmar la amplia superioridad del Gobierno.
Un tercer aspecto es el político. La operación Sodoma le brindó al presidente Santos la posibilidad de abrir con el más grande trofeo estratégico en la lucha antiguerrillera que mandatario alguno haya tenido.
La esperada reestructuración de la política de seguridad democrática arranca así con un sólido respaldo operacional y un amplio capital. Con un golpe de esta magnitud, el Gobierno podrá enfilar sus baterías hacia los difíciles desafíos legislativos que le esperan en cuanto a regalías, distribución de tierras, compensación de víctimas y las reformas de salud, empleo y Justicia.
La ‘bienvenida’ de Santos a las FARC ha sido más dura de lo que la guerrilla imaginó. Seguramente el eje geográfico de la guerra en Colombia girará hacia el Putumayo (frontera con Ecuador) donde el terrorismo ha protagonizado varios ataques en los últimos meses.