El baratillo de ofertas en la recta final de la campaña electoral se parece demasiado al pasado político tan criticado y atribuido a la “partidocracia”. ¿Se acuerdan cuando en 1997 el presidente Bucaram bajaba desesperadamente el precio del gas? Hoy se ofrece no solo reducir las multas sino devolverlas tras acusar al pasado, como siempre, cuando han tenido 4 años y medio para corregir mediante ordenanza, como se aprobara, si querían. Nunca lo hicieron.
Ofrecen homologar el cobro del peaje en la capital con la provincia cuando este es un tema viejo y que no pudieron hacerlo durante la administración. El Consejo Provincial de Pichincha sí homologó con el Ministerio de Transporte y así ha procedido, estos meses de enero y febrero, a cambiar el tac por un stiker que colocan en el parabrisas de los vehículos a un costo de 7 USD. Hoy dejan de cobrar los peajes, parcial y temporalmente, hasta que termine la campaña porque además el Municipio no puede resolver definitivamente sobre la administración del Gobierno Provincial.
Cuestionaron hasta por escrito la propuesta de reducir impuestos y como medida extrema de campaña hacen exactamente lo que calificaron como demagogia.
Por ello los electores están en la obligación de enterarse bien, informarse adecuadamente y con cabal conocimiento de causa ejercer libremente un voto responsable, por los candidatos que deseen pero no influenciados por la propaganda ni las acciones temporales.
En el caso de los dirigentes políticos y candidatos es importante advertir que en muchas ocasiones sufren de miopía y exceso de confianza en un país en donde no hay seguridades ni plenas garantías ni siquiera para los seguidores del oficialismo. Muchos de ellos, que siguen dentro o están fuera del movimiento, lo saben bien por el mal trato que han recibido.
Hay dirigentes y candidatos que no tienen la perspicacia ni la suspicacia de ir más allá de una campaña, que es una etapa del proceso. Otra, quizás la más importante, el día de los comicios, el cierre y la apertura de las urnas, el conteo de los votos correctamente, la rigurosa revisión de las actas, luego el envío de los datos mediante las juntas intermedias y finalmente la contabilización y proclamación de los resultados.
Aun cuando estas elecciones seccionales no tengan el peso de las presidenciales, resulta un ejercicio cívico hacer el riguroso seguimiento para que no se escamoteen resultados a favor o en contra de cualquier candidato. Esto no tiene ni nombre ni número de lista sino que se relaciona con el respeto irrestricto a la voluntad popular expresada en las urnas, cualquiera que esta sea. Se entiende que movimientos y partidos políticos deben haber estructurado con anticipación los cuadros para estar muy cerca de las juntas electorales a fin de constatar los resultados.