El 2001 se realizó en Fortaleza, Brasil, la Asamblea del BID y tuve la oportunidad de vivir una experiencia profesional. En medio de la cobertura periodística observé la polarización de posiciones entre comunicadores oficiales del régimen venezolano y periodistas de medios privados. La situación llegó a extremos con ofensas personales, sin discusión de ideas. Hasta la asistencia a reuniones sociales y el uso de transporte se pretendía condicionar. No asistirían los unos si iban los otros, por temor a “contaminarse”.
En el Ecuador, 10 años después, se pretende atizar el fuego para instalar otra confrontación. Hoy entre radiodifusores de estaciones privadas y los servidores de los denominados medios públicos -en los cuales predomina el direccionamiento y la información del gobierno- que no llegan a cuajar como representa el ejemplo de BBC de Londres. Empero, no tengo empacho en reconocer algunos buenos programas de la tv pública.
El 3 de mayo, día mundial de la libertad de expresión, invitamos y nos unimos con Diego Oquendo, Gonzalo Rosero, Carmen Andrade, Wilson Moposita. Luego se adhirieron Estéfani Espín, Marcelo Dotti y otras estaciones del país. Cada cual respondemos por nuestras acciones, pero más allá de las posiciones personales, con diferentes puntos de vista que deben respetarse aunque no se comparta, cuál era el objetivo? Contribuir al análisis, defender principios del oficio periodístico –con todos los aciertos y los errores que como seres humanos cometemos- sin insultos como se hace desde el poder, por la preocupación nacional y de organizaciones mundiales en torno a las amenazas contra la libertad de expresión. La Relatoría de la Comisión Interamericana de DD.HH., la Unesco. Reivindicar el respeto a los tratados internacionales. La Declaración Universal de los DD.HH., la Declaración de Principios de la Comisión Interamericana. El proyecto de Ley de Comunicación y la necesidad de despenalizar el desacato, promesa incumplida, como han hecho Costa Rica, Uruguay, Panamá, Argentina, México.
Paralelamente al segundo encuentro apareció una emisión de los denominados medios públicos, lo cual saludo y respeto, más allá de sus contenidos. Por ello también la exigencia de respeto y ojalá se pudieran instalar más enlaces para que sea el oyente el que escoja libremente qué escucha y a quién cree. Por algo estarán preocupados. Bastaría revisar los niveles de sintonía. Lo que no se puede aceptar es que se intente deslegitimar un ejercicio democrático en cualquier escenario y con los participantes que quieran, por sobre las diferencias de posiciones que existan, para hablar de este o de cualquier tema, con el compromiso de aportar con ideas y no asumir a ciegas imposiciones oficiales. Que no se caiga en la provocación de otro juego de polarización.