El jueves pasado, una foto de la AFP mostraba una imagen inusual. Un grupo de manifestantes bolivianos, evidentemente personas humildes, mostraban un cartel que decía “Respeto a la ley de la libre oferta y demanda”. Aparentemente, la escasez de alimentos en su país les habría llevado a concluir que esa sería una buena ley.
A nivel mundial se nota una tendencia al alza de los precios de los alimentos. Según la FAO (organismo de Naciones Unidas para la Alimentación), en diciembre pasado los precios de los alimentos superaron el récord del año 2008. Y tarde o temprano, el efecto de esos aumentos llegó a Bolivia (y llegará al Ecuador).
Ante este tipo de fenómenos hay dos caminos posibles. Los bolivianos parece que tomaron el camino equivocado controlando precios. Cuando se pone al Estado como policía controlando que los precios no aumenten del nivel que algún brillante burócrata calculó como “justo”, lo único que se logra es crear escasez (a veces también se logra enriquecer al burócrata que fija los precios, pero eso es secundario).
Entonces, los bolivianos, cansados de la falta de ciertos alimentos, sobre todo de azúcar, salieron a las calles pidiendo que se respete “esa” ley, la de oferta y demanda. Pero después de las protestas que enfrentó el presidente Morales en diciembre por el aumento del precio de los combustibles, es obvio que no va a dejar que los alimentos se encarezcan.
Aparentemente, las protestas fueron lo suficientemente fuertes como para impedir que Evo asista a un acto por los 230 años de la revolución de Oruro y además se cerró el aeropuerto de Santa Cruz.
Pero, independientemente de lo que está pasando en Bolivia, el aumento de los precios de los alimentos va a llegar en algún momento al Ecuador. Y el Gobierno podría cometer el error de controlar los precios o podría irse por la segunda alternativa que es dejar que los precios suban.
Los precios más altos en los alimentos tienen varias consecuencias positivas, la principal de ellas que los agricultores se beneficiarían y podrían aumentar su producción. Más producción significa más riqueza y, a la larga termina reduciendo los precios. Varios productos que se negocian activamente con el exterior, como trigo, maíz, arroz o aceite de palma, podrían resultar beneficiados.
Claro que cualquier aumento del precio de la comida también tiene efectos dañinos, pues afecta más a los más pobres. Para paliar esos problemas se podría aumentar el bono solidario, lo que evitaría que haya una escasez y reduciría el golpe que pueden sufrir las familias de menores recursos. Adicionalmente, si consideramos que el gasto público en el Ecuador beneficia, sobre todo, a los más ricos, no es una mala idea aumentar el único gasto que va directamente a los más pobres. Y si faltan recursos para aumentar ese bono, pues que ahorren en publicidad.