Nada más apropiado para definir las movilizaciones indígenas que calificarlas de levantamientos. Del verbo levantar, transitivo, buena parte de las acepciones que constan en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua se compadece con el ánimo de quienes los protagonizaron. Entre los ejemplos de utilización de aquel verbo consta “levantarse del suelo”, del suelo en el que cayeron los indios luego del período bélico de la Conquista.
Los levantamientos de los indios altoandinos no han parado pese a que siempre concluyeron con un final adverso. Sus protagonistas han pasado a la historia: Santos Atahualpa, Gabriel Condorcanqui, Tomás Catari, Fernando Daquilema. Este último perennizado por Enrique Garcés en su obra ‘Daquilema Rex’. Con ellos y tantos otros, miles de héroes anónimos. Cayéndose y levantándose: esa admirable resistencia indígena.
Al menos en territorio ecuatoriano los levantamientos se han producido en espacios más amplios por la participación de comunidades que descubrían que los problemas que padecían eran comunes. Es así que partir de la última década del siglo pasado los indios (incluidos los que visten como indios) han ido adquiriendo un papel protagónico en el campo de la política nacional. Superado ‘el mito de la escuela’, al menos con educación elemental, la mayor parte bilingüe, ya no han necesitado que ‘les den hablando’. Sus líderes incluso han llegado al Parlamento Nacional. La resistencia va dando sus frutos. En cuanto a la educación, de la escuela al colegio y de ahí a la universidad. Ya no se trata tan solo de figuras que han llegado a la meta como los doctores Lobato, Tituaña, Paucar y Macas. Numerosos son los estudiantes universitarios con apellidos por lo general quichuas. Cuando fui profesor de la Universidad Central me sorprendió el número cada vez mayor y así lo comuniqué en esta misma columna.
Como el tema me ha interesado he recogido los apellidos en los que el componente ‘inga’ (inca) se hace presente y que a más de Chiliquinga y Llumiquinga, los oídos y conocidos, bien pueden responder al que llevaban las familias que con los Incas vinieron del Sur, al igual que las llamas que trajeron y en los páramos ecuatorianos llevaron el nombre de lla- mingas. He ahí tales apellidos: Tusinga, Ashiringa, Guaninga (Guaminga), Shugoinga, Alquinga, Tuquinga, Malliquinga, Cholaquinga, Quinga (ing. politécnico), Sanquinga, Gualinga, Umaginga, Inca (médico), Inga (estudiante de Medicina), Toainga, Auritonsinga, Gaminga,
Será por el color moreno de mi piel, me llegan los levantamientos indígenas. Si ayer lograron liberarse de la servidumbre, hoy me entusiasma verlos luchar por tierras y por el agua. Con educación y con tierras que respondan al trabajo, sus grandes contribuciones harán del nuestro un país equilibrado, sin rémoras.