En 1990, James C. Scott publicó ‘Los dominados y el arte de la resistencia’, investigación sobre la forma en que los subalternos resisten al poder en tiempos que no son revolucionarios. El autor señala que su propósito fue entender la sabidurÃa cotidiana de millones de personas que pasan la mayorÃa de sus horas de vigilia en situaciones donde un gesto fuera de lugar o una palabra inapropiada pueden tener terribles consecuencias.
A partir del estudio antropológico de sociedades esclavistas, serviles y de castas, Scott encuentra que los subalternos hablan de una manera en presencia de los poderosos y de otra cuando se hallan entre personas de su misma condición, pero el mismo fenómeno sucede a la inversa: los dominadores hablan entre sà de una forma y adquieren un tono distinto en su discurso hacia los subordinados.
En ese tipo de sociedades, donde los dominados carecen de la capacidad de responder con reciprocidad negativa: bofetada por bofetada e insulto por insulto, aprenden a actuar estratégicamente en presencia de los dominadores, quienes, a su vez, entienden que les conviene sobreactuar su reputación y su poder.
A partir de su sufrimiento, dice Scott, cada grupo subordinado produce una crÃtica del poder a espaldas del dominador y conspira para reforzar las apariencias hegemónicas, al tiempo que el poderoso elabora un discurso oculto que articula prácticas y las exigencias, que tampoco se expresan abiertamente.
Entre las tácticas de resistencia de los dominados están los rumores, el chisme, los cuentos populares, las canciones, los gestos, los chistes y el teatro, vehÃculos de los desvalidos para insinuar sus crÃticas al poder de manera velada y disminuir el riesgo de castigo, ya que la destreza para la crÃtica y el manejo de las apariencias son vitales para la supervivencia.
Con esta y otras actuaciones de respeto y sumisión, los dominados buscan leer las verdaderas intenciones y el estado de ánimo de los poderosos y su capacidad amenazadora, pues, aunque el dominador nunca controla totalmente la escena, logra imponer sus deseos.
Pero lo más interesante del estudio antropológico de Scott es cómo algunas de esas sociedades transformaron su situación de dominación: la actuación colectiva. Cuando la fantasÃa de reivindicación de un individuo pasó a encarnarse en un grupo social, las actividades en común se volvieron un producto cultural que cambió las relaciones de poder.