La situación actual es simple total confusión. La urbe vive un caótico día a día gracias a las obras sin planificación alguna, pareciéndose a brotes de mala hierba, inesperadamente y jamás en buen momento. ¡Obras! Le dijo el Presidente candidato al Alcalde, aunque muchos se preguntarán si tenemos Alcalde y, como está en riesgo la re elección, cual títere sin cabeza propia, ha hacer obras se dedicó. Repavimentaciones, huecos inmensos sin protección suficiente para pasos deprimidos por aquí y por acá, repavimente nomás y, si quiere déjelo a medias… Lo importante es que todos creamos que hay obra sin importar qué sea. Esto equivale a votos. Algo se estará haciendo, será lo correcto o no, he ahí la pregunta del millón.
Pero ahí no acaba todo, encima de este caos, no hay señalética para las obras, sino, que es un juego de adivinanzas, por dónde iré y hasta dónde llegaré. Este desquicio de huecos gigantescos sin protección suficiente supone riesgo para la integridad de los conductores. Pérdida de tiempo en las filas interminables y mal dirigidas, valioso para aquellos que trabajan. Todo esto, además de otros tantos problemas, hace que lo popular sea el descontento, con una ciudad sin cabeza propia y que se debe a un Presidente candidato que teme perder puntos porque la capital, a pesar de que el Alcalde viene de sus propias filas, no sirve para mucho.
Para rematar, el caos vial y de tráfico se aumenta con la mescolanza de la Policía con la metropolitana. Nos preguntamos qué hace quién y ellos ayudan a la confusión, pues ni ellos mismos saben cuáles son sus labores. Así, si uno se queja por un policía porque no hay orden ni señalización, la respuesta es: “No sé, eso está a cargo de los municipales”. Pero si uno pregunta a un municipal tiene dos posibilidades, la primera que eso corresponde a la Policía y la segunda: “No sé, yo no estoy de turno”. Frescos, tiernos, recién salidos de la escuela y actuando como tal, gozando del nuevo poder en sus manos y sin saber ni cómo utilizarlo. Uniformes nuevos y grosería fresca para el ciudadano, pues hoy a eso equivale el supuesto derecho a mostrar poder. Pero a la larga, todo termina en un fuerte estrés para el ciudadano que ya no sabe qué hacer. Si la Policía maneja el tránsito, se para y si lo manejan los municipales que van en combo, se estanca por completo. Y no se diga las multas, la Policía dice que no la ha puesto y cuando la madre se queja ante los municipales, le contestan que es por ser taxi pirata con base en una foto, en la cual, la madre, recoge a sus hijos de la escuela. Esto sí es de Ripley.
¿Quienes sufrimos? Los ciudadanos de la ciudad a cuya cabeza le obligan a hacer obras sin planificación alguna. ¡Ya estamos hartos de no tener Alcalde!