Hay que evitar la hecatombe. Si antes llegamos tarde a enfrentar la crisis sanitaria del coronavirus, ahora tenemos que adelantarnos para sortear la posible crisis del hambre. Una de sus causas, para mucha gente que vive del diario trabajo en la calle, es “quedarse en casa”, problema de resolución urgente. Otra es la hipotética fuerte reducción del abastecimiento de alimentos a las ciudades. De esto hablaré.
Hasta hoy las urbes están bien abastecidas, debido a que gran parte del aparato productivo y de comercialización de alimentos funciona eficientemente, por la acción positiva de grandes empresas, y de cientos de pequeñas y medianas unidades de producción de vegetales, carne y leche.
La correcta estrategia #QuédateEnCasa, para la mayoría de habitantes de las ciudades, se complementa con la estrategia #TrabajaATodoVapor, que la cumplen los agricultores, ganaderos, campesinos, transportistas y comerciantes. Pero, tal situación podría cambiar si el virus llega agresivamente a las zonas rurales, donde vive la población más vulnerable por los pésimos servicios, los altos niveles de desnutrición infantil y analfabetismo. De este grupo vienen los trabajadores de las empresas agrícolas y ganaderas, y de sus pequeñas parcelas salen muchos productos que abastecen los mercados, tiendas y fruterías de los barrios de las ciudades. Afectados estos trabajadores por el virus, se paraliza la producción de alimentos.
Si a Guayaquil, por ejemplo, sumamente golpeada por la crisis sanitaria, se agrega un desabastecimiento de alimentos, que en su mayoría vienen de la sierra central, se experimentaría hambruna, que desatarían grandes movilizaciones sociales y una incontenible crisis política. Violencia y más muertos, no por el virus, sino por el hambre.
Por esto, hay que superar las rencillas políticas. Urge que el Gobierno central, los gobiernos locales, los gremios empresariales, las organizaciones indígenas y campesinas como la CONAIE, establezcan un plan emergente y radical para atenuar la expansión del virus, desarrollar medidas de protección para los trabajadores de campo y crear condiciones favorables para el emprendimiento, la producción y comercialización de alimentos.
Entonces, en medio de la tempestad se abriría una luz, no solo para evitar la hecatombe sino para fortalecer una línea productiva que, en el momento de la reconstrucción, que vendrá luego de la pandemia, está llamada a constituirse en la columna vertebral del nuevo modelo de desarrollo del Ecuador. Así, el nuevo país surgirá del campo y de la relación armónica con la naturaleza.
Por fortuna, dentro del Gobierno existe la persona que puede juntar las diversas voluntades que el grave momento demanda, es el ministro de Agricultura, Xavier Laso. Su misión es contra reloj. El Presidente Moreno con Finanzas y Salud, la oposición, la sociedad civil tampoco tenemos tiempo. ¡Hay que unirse!