¡Reinvención!

Mucha gente en las calles de Quito este 1 de mayo. Los trabajadores fueron el grueso de la manifestación. El color rojo resaltaba la presencia de los sindicatos. Carteles con imágenes de Marx, Lenin y Stalin. Resonaron gritos y consignas, pero más bien fue una caminata pausada, sin mayor energía. Lo más bullicioso, con tambores y alegorías, fue un abigarrado piquete de jóvenes vestidos de negro o rojo. Médicos y profesores participaron. También ciudadanos independientes con banderas del Ecuador. Casi ausentes indígenas y ambientalistas.

Mientras avanzaba la marcha, en la plaza de Santo Domingo esperaba una humilde plataforma, casi sin decoración, pero armada de fuertes parlantes que hacían resonar antiguas canciones folclóricas latinoamericanas, y por supuesto, varias veces, el himno popular de los años 70 “el pueblo unido…” de Quilapayun.

Al llegar la marcha a la plaza diversos maestros de ceremonia alentaban a la gente a ordenarse y acompañar a los oradores del FUT y de otras agrupaciones, que con encendidos discursos gremiales y anticorreístas, pretendían animar a una concurrencia, sobre todo de trabajadores, que en buen número, llegaba a la plaza por un extremo y salía casi de inmediato por el otro, sin prestar atención a los discursos. Sin duda, el momento de mayor vibración y sensibilidad fue el homenaje a la Comisión Cívica Anticorrupción, y las palabras de la doctora Isabel Robalino y del doctor Julio César Trujillo.

El ritual del primero de mayo se cumplió. Pero fue un ritual distinto realizado luego de meses de desgastantes enfrentamientos contra un gobierno que se alzó con un triunfo dudoso y que dejó como secuela la pulverización de toda la representación política del país, de la derecha, del centro y de la izquierda. Del gobierno y de la oposición. Fue un proceso sin ganadores. Todos, a su modo, perdieron: Lasso, Nebot, Correa, Glas y Moreno, que sube a la presidencia, con medio país en contra y con una gran ilegitimidad en sus espaldas. Perdieron todos los partidos y movimientos que estuvieron tras estos líderes.

Una gran perdedora, no solo por las elecciones, sino por toda la práctica de la revolución ciudadana es la izquierda. En 10 años fue despojada por Correa de todas sus banderas, desde las tesis hasta los símbolos, desde los programas hasta la estética, para reasentar el modelo extractivista y autoritario.

El 1 de mayo es una evidencia de este hecho. Decadencia y heridas. Consignas viejas, canciones desgastadas y usadas hasta el cansancio por el oficialismo, discursos sin mayor contenido, incluso los de los jóvenes. Crisis profunda de las izquierdas que debería llevar a su reinvención, exigida por la enorme presencia de gente en las calles, anhelante de ética y coherencia.

mluna@elcomercio.org

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