Eterna paradoja: el bien y el mal.
El bien: el empeño del presidente Moreno, de la Contraloría, de la comisión del Control Cívico Anticorrupción, del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social ( Cpccs) transitorio, de la jueza Diana Salazar, directora de la Unidad de Análisis Financiero (UAFE), del Consejo de la Judicatura, de valiosos periodistas en sus contundentes opiniones editoriales, en la radio y en la televisión, al igual que la opinión pública de una gran mayoría de ecuatorianos de combatir la corrupción.
El mal: La contradicción decepcionante, la consuetudinaria conducta de dudosa complicidad de la comisión de fiscalización de la Asamblea, de los conspicuos residuales representantes del movimiento correista y de unos pocos acomodadizos calculadores asambleístas de gobierno, que, al obstaculizar las investigaciones de actos dolosos, siembran la duda de su involucramiento en este tinglado de abuso y corrupción.
Desconcertante, también, la actuación de los jueces que liberan a los políticos encarcelados por lavado de activos o anulan sentencias por enriquecimiento ilícito con la apropiación indebida de los recursos del Seguro Social (IESS), integrados por los ahorros de los trabajadores, las pensiones de jubilados, viudas y viudos, por los fondos destinados a la salud de los derecho habientes y a los enfermos con afecciones crónicas y catastróficas.
Qué difícil el rescate de una justicia violada por la megalomanía de quien se proclamó dueño del Estado. Consecuencias desastrosas…… la peor, la vergonzosa actuación del máximo tribunal, el Constitucional, que en palmaria demostración de su anterior sujeción al mandato del Ejecutivo, dictaminó constitucionales a las mismas enmiendas que hoy, las califica como inconstitucionales.
El Ecuador no puede seguir sumido en las garras tenebrosas de la inmoralidad, urge el rescate de la moral y la ética escindidas en la vergonzosa década. La Asamblea debe coherencia y rectificación plena de su actitud de respaldo fanático a la incorrección, al saqueo, al abuso y al mal uso de los bienes y capitales del Estado. Es el momento de ser consecuentes con un futuro digno de la Patria y concluir con los afanes malsanos de justificar los apabullantes e incontables actos delictuosos que han destruido la economía y la dignidad.
Tenemos la obligación de exigir la devolución del dinero que, siendo de todos, reposa en arcas ocultas de pocos, en países remotos.
Un millón de dólares es una cantidad inalcanzable en toda la vida de la gran mayoría de ecuatorianos, diez millones, una suma de complejo entendimiento; mil millones, difícil de medir y administrar; sesenta mil millones es la inmensa cifra inconmensurable de dinero que sacaron del país, en el mas grande saqueo de la historia, cuyo rescate solucionaría la grave crisis que su hurto ha provocado.