La conflictiva historia de nuestro país reúne capítulos anfractuosos de gobiernos dictatoriales, abusivos, prepotentes, deshonestos, interrumpidos excepcionalmente por la presencia de estadistas serios y correctos cuya gestión mereció el reconocimiento del pueblo ecuatoriano. Entre los pocos cabe mencionar a Galo Plaza, Camilo Ponce, Clemente Yerovi Oswaldo Hurtado y Rodrigo Borja.
Factor común han constituido mandatarios de fugaz gestión que, destituidos o no, han sido encarcelados o han fugado al exterior; mas en ninguna época la patria ha sido hollada como en la década pasada en que un gigantesco equipo, organizado desde la primera magistratura, estructuró y planificó concienzuda y detalladamente ejecutorias de apropiación de entidades de control, juzgados y cortes.
Amedrentó a la prensa en afán de silenciarla, trató de desintegrar a las organizaciones gremiales, profesionales, sociales y sindicales, con el objetivo de buscar inmunidad y olvido de una corrupción planeada con antelación.
Vergonzosas triquiñuelas en el manejo de la deuda externa que desprestigiaron internacionalmente el nombre del país, orgías cuyas imágenes grabadas fueron aparentemente motivo de desaparición de asesores y periodistas, envíos en valijas diplomáticas de drogas, misteriosos y múltiples periplos de la nave presidencial, sin pasajeros, a remotos paraísos fiscales, obras faraónicas injustificadas e inconclusas, exageradamente costosas; ministros de Estado, prófugos, encarcelados, al igual que el ex vicepresidente, por apropiación indebida de dinero y por recibir cuantiosas coimas, calificadas inmoralmente por el anterior mandatario como fruto de acuerdos entre privados, visitas presidenciales a los defraudadores encarcelados, homenajes públicos a los parientes corruptos. Generación espontánea de nuevos millonarios en ese colectivo de heterogénea ideología e insaciable codicia. Sangrienta parodia de un supuesto golpe de Estado, con inocentes víctimas de esta vanidosa comedia. Asesinatos no investigados, secuestros para acallar a sus detractores. Despreciable y vil referencia a la limitación física de su ex compañero y amigo, hoy primer mandatario. El Ecuador está indignado.
Todas estas razones, vivencias lacerantes, no provocan pudor a los ciegos defensores del encausado que se empeñan desvergonzadamente en solicitarle desacate dictámenes judiciales. No asumen que hay una juventud que ha crecido durante 10 años y que ha captado el mal ejemplo y la desaparición de la ética con sofismas, mentiras, derroches, insultos, corrupción, enriquecimientos ilícitos en la acción gubernamental. El futuro de la patria dependerá de esos jóvenes. Es hora de que el interés individual o grupal sea superado por el compromiso de dotar de paradigmas de verdad, honradez y amor patrio a los líderes del mañana.