Algo pasa en el Ecuador cuando, luego de la salida del Presidente de la Asamblea y la elección de la sucesora, los partidos y sus dirigentes sufren un estado de nerviosismo cercano al histerismo respecto del futuro político. El pasado o la memoria no importan y el presente pasará rápido. Por eso, se precipitan confundiendo los escenarios de las próximas elecciones regionales, con las presidenciales dos años después. Un aporte más para que el pueblo odie la actividad política y que, luego de que cesen los devaneos, ingresen a las urnas solo a decidir lo decidido por otros. Por eso, en estos momentos, cuando la imprevisión y el arribismo priman sobre la posibilidad de una institucionalidad republicana, es válido recordar un consejo de Winston Churchill antes de la Primera Guerra Mundial, según Martin Gilbert: “Hay que advertir sobre los principales riesgos del fracaso, seguir los principios de los acontecimientos deducibles de la historia y disponer de la mejor manera de los recursos disponibles”. Es obvio que, seguirlos en una sociedad política como la nuestra no es posible, ya que la estrategia de los asesores solo señalan la tarima y las movilizaciones de las masas más un atuendo en donde no falte o chaqueta costeña o el poncho andino y el sombrero más pintoresco para la ocasión.
Sin embargo, en esta ocasión existe un elemento que altera la tradición: no hay reelección, con el agravante que las primeras fuerzas o actores carecen de hijos políticos o de una sucesión partidaria ordenada. Basta observar las dificultades, enredos y prematuros encontrones que se producen para escoger candidatas a la Alcaldía de Guayaquil; o la desesperación que cunde en Pichincha en donde el páramo invadió el escenario y hay que buscar en los baúles alguna opción presentable. En las perspectivas de un futuro diferente, la no reelección es un gran aporte democrático de la primera pregunta en la Consulta Popular. Consagró el principio de la alternabilidad en el ejercicio del poder, que el máximo organismo de jurisdicción constitucional ignoró cuando el príncipe de aquella época pretendió reinar para siempre.
De las tres fuerzas políticas que disputarán con opciones los principales municipios y prefecturas, mirando siempre el futuro 2021, solo el gobierno dispone de algunos cuadros políticos formados en la ética del socialismo del siglo XXI. Aunque no son presentables para las primeras líneas, pueden servir de relleno por currículos burocráticos. Difícil, no imposible, para el régimen pretender la Alcaldía de Guayaquil. En cuanto a Quito y Pichincha, el menú es a la carta. Por ese motivo, pensando en el 2021, como los ávidos publicistas y asesores, una candidatura a la presidencia del Alcalde Guayaquil o una reelección del actual Presidente no se descartan. Las negativas de estos exclusivos personajes pueden ser tan volubles como las de las quinceañeras al primer amor, hasta que escuchen la estrofa de un bolero de Gatica en el oído.