Se instala en Ecuador un régimen de miedo. -Cuidado con lo que dices o haces, cuidado con lo que escribes, ojo con lo que opinas y cómo lo expresas, ponte pilas con lo que tuiteas, con lo que subes a Facebook y, claro, con incumplir cualquier normativa por más pequeña que sea-. Estas u otras frases se cruzan de forma cotidiana entre los ciudadanos.
El temor al castigo es uno de los elementos intrínsecos usados por el Estado para que sus ciudadanos se sometan a la autoridad, decía Thomas Hobbes, fundador de la teoría política moderna. Eso fue cierto sobre todo para los viejos gobiernos absolutistas, a los que el ecuatoriano emula cada vez más en forma y fondo.
La conquista de derechos y el desarrollo de la democracia moderna colocaron al miedo en plano secundario detrás del ejercicio de la ciudadanía, la división de poderes y el imperio de leyes que limitan el poder del gobernante, así como de la vigencia de una justicia imparcial y un escenario político donde hay competencia y alternancia.
Ecuador parece alejarse cada vez más de estas condiciones. Pende, sobre todo, para quienes son críticos, la amenaza de ser vilipendiado en cadena nacional, ser perseguido, enjuiciado y encarcelado. Se han vuelto parte del paisaje el ataque y la humillación al contrario, igual que el alineamiento de los poderes Judicial, Electoral y Legislativo con el Gobierno.
¿Cómo no tener miedo? Incluso en el círculo cercano a Carondelet se comenta del temor que el mismo gobernante despierta entre colaboradores o correligionarios, a quienes ha agraviado privada o públicamente con reclamos subidos de tono. El Mandatario parece creer que su investidura le otorga derecho para tratar a los otros, y más cuando son díscolos, como vasallos. Su posición en el organigrama del Estado y tener a su favor encuestas le llevan a suponer que tiene permiso para el atropello.
Cercanos al correísmo justifican esta actitud aduciendo un fin superior, las mayorías prefieren mirar hacia otro lado, mientras los críticos lo padecen. Se va instaurando un régimen al que le gusta que le tengan temor. Tiene la justicia de su lado, eso ayuda.
Como el Gobierno tiene dinero, trabaja, entrega subsidios y genera avances en salud, educación e infraestructura, el miedo y el atropello se pueden tolerar, el régimen de humillación es aceptable, parece ser el pensamiento de las mayorías.
Los ecuatorianos van integrando el autoritarismo a su paisaje cotidiano. En un país con instituciones funcionando y poderes independientes, el gobierno de turno ya habría enfrentado llamados de atención, demandas y varios juicios con escasa posibilidad de ganarlos. Pero aquí la historia es otra.