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Uno de los principales problemas que tiene el Ecuador y América Latina es la corrupción. Cada año se pierden miles de millones de dólares en el sector público como resultado de actos de corrupción.
Y aunque este mal podría ser combatido con leyes más duras (en este momento la Asamblea Nacional está tratando el Proyecto de Ley Orgánica Anticorrupción) y un sistema de justicia probo e íntegro, esto va a ser insuficiente si no hay un cambio sustancial de la sociedad en su conjunto.
Para ello, dos instituciones cumplen un papel fundamental: la familia y el sistema educativo. Si en el Ecuador, buena parte de las familias atraviesan por una serie de problemas, las escuelas y colegios deberían suplir lo que eventualmente no se puede encontrar en un hogar. Moral y valores.
Uno de los “legados” que tenemos del correismo es haber eliminado de los planes de estudio de escuelas y colegios las asignaturas de ética y de cívica. El argumento esgrimido por quienes se jactaron de saberlo todo fue que se debía modernizar los pénsum de estudio. Sin embargo, más allá de la construcción de las llamadas Escuelas del Milenio (elefantes blancos que comienzan a erigirse como monumentos a la corrupción), se avanzó muy poco para mejorar la calidad de la enseñanza de los maestros y el aprendizaje de los estudiantes del sistema educativo público y privado. En efecto, se puso énfasis en lo material. Mejorar las capacidades, destrezas, conocimientos y valores pasó a segundo plano.
No se trata de rescatar del olvido las materias de ética y cívica, tal y como fueron dictadas en el pasado. El contenido de estas materias debería refrescarse vinculando la enseñanza al tratamiento de problemas de actualidad. Si la ética puede definirse como la disciplina de la filosofía que estudia el comportamiento correcto o equivocado del ser humano, su enseñanza podría ayudar significativamente a formar otro tipo de ciudadanos. Ciudadanos que rechazan la corrupción, conductas inmorales, irrespetuosas, abusivas, autoritarias.
La cívica, al igual que la ética, sería un complemento importante ya que, a más de hacer énfasis en los aspectos constitutivos de nuestra nación, podría ayudar a mejorar los niveles de convivencia social. Si prestamos atención a lo que somos como país, estamos llenos de conflictos, rencillas, envidias, odios…
Considero que si tendríamos una formación sólida en derechos (derechos humanos), estos problemas que acabo de mencionar serían mucho menores. Es decir, los niveles de violencia intrafamiliar, por ejemplo, no serían tan altos como muestran actualmente las estadísticas.
El actual ministro de Educación, Milton Luna Tamayo, conoce en detalle de lo que hablo. Su paso por esta cartera de Estado debería ser aprovechado para mejorar los estándares de calidad del sistema educativo y, además, para reformar e incluir dentro del pénsum las materias de ética y cívica. Por favor, no te descuides de esto, Milton.