Todo apuntaba a que en las elecciones generales del 2017, los ecuatorianos iban a poder decidir su voto entre al menos tres alternativas políticas dominantes. El oficialismo, la centro-derecha y la centro-izquierda.
Las dos primeras han avanzado en sus acuerdos internos, candidaturas, discurso e incluso en la estrategia política para posicionar sus propuestas.
Pero la centro-izquierda, por ahora, parece que no despega. Muestra de aquello es que, por ejemplo, le ha sido imposible contar a estas alturas de la etapa preelectoral con un cuadro político propio fuerte.
Alguien que encabece la propuesta política y permita cohesionar a las organizaciones y colectivos del sector.
Los nombres que hasta ahora se han mencionado alrededor del Acuerdo Nacional por el Cambio están, al menos en las últimas encuestas disponibles, muy por debajo en intensión de voto de los candidatos que baraja el oficialismo y la centro-derecha.
Un un momento se había depositado la confianza en el exalcalde de Quito Paco Moncayo, para que lo apadrine la Izquierda Democrática y pueda incluso captar el voto que se ha desencantado del oficialismo y que no optaría por un candidato
de la centroderecha.
Pero incluso esa posibilidad no ha logrado concretarse. Desde que logró la personería jurídica, el 18 de agosto, hay un sector del partido que cree en promover un proceso político a largo plazo. Que no se enfoque en las elecciones inmediatas sino en construir un partido fuerte a escala nacional, como ya se lo hizo en el pasado. Con el tiempo se sabrá si esa apuesta fue acertada o no.
Mientras, sin consensos, ni figuras fuertes, la ciudadanía solo tendrá dos opciones para los comicios. Votar por el continuismo o por un cambio radical del modelo. Quienes no se sientan representados tendrán que dar su apoyo a un candidato con el que no se sientan complemente identificados o; lo que es peor, engrosará las cifras de votos nulos.