Hay una nueva victoria personal de Correa y un crecimiento significativo de los oponentes, lo que la consulta quería mostrar que no existía. A nivel nacional gana el Sí en las 10 preguntas, lo que -como quería el Presidente – ratifica su poder y le permitirá actuar en jefe incuestionado en sus opciones. En cambio, de hecho, lo ocurrido es un empate de fuerzas. Si no se consideran tres preguntas, en las otras, en promedio el Sí tiene 46% y el No 42%.
Los resultados también ratifican tendencias perceptibles de la evolución de la política desde hace cierto tiempo. Correa, en efecto, es cada vez más aceptado en la Costa y menos en la Sierra, al contrario del inicio de su Gobierno. La fuerza de AP fue Sierra y sobre todo Azuay y Pichincha. Ahora, pierde peso en su fortaleza que fue Quito y lo significativo es que pierde apoyo en el decisivo sector de la clase media. Es posible que su estilo descalificador y polarizante guste más en la Costa, mientras que para la Sierra sea impropio de un Presidente y sus contradicciones, ahora notorias, no sean aceptables. Pero hay, además, la generalización de la práctica clientelar que pega más en la Costa que en la Sierra. La campaña referendaria mostró a un Presidente ofreciendo toda clase de regalos y promesas, ovejas, refrigeradores, sillas de ruedas, cambios de infraestructura y ayudas directas o alzas de salarios a maestros y uniformados a días del referendo. En la Sierra, las provincias en que el Sí mejora en las últimas dos semanas son aquellas en las que la campaña presidencial se concentró y las promesas crecieron, entre otras para romper a las organizaciones indígenas. El clientelismo tradicional es ganador.
La campaña incrementó la polarización, ahora intransigente. Los que están por o contra Correa consideran inadmisibles no solo las razones del otro sino al otro mismo, y sobre todo la pugna se da cada vez más entre el sector más popular y el resto. Mala noticia para la sociedad que, ante el empate de fuerzas y la voluntad presidencial de persistir en la idea de ser portador de una redención y no de un programa político, puede llevar a un rechazo mutuo que termine en enfrentamiento.
La oposición tiene ahora una sólida legitimidad si supiese construir razones que le identifiquen con esa mitad de la población que no dijo Sí, sin limitarse al simple rechazo a Correa. Empero no hay un ganador en la oposición a pesar de que las izquierdas del No tuvieron más presencia y han incidido en los resultados. La derecha fue timorata o cómplice del Sí de mano dura. Es posible también que la omnipresencia de Correa si bien ganó indecisos, saturó a muchos y les haya llevado al No.
Correa, en cambio, si bien la mayoría le ha dado razón, debería ver que su polarización es de doble filo, gana con unos y pierde con otros, sobre todo al sector medio. Rectificar implica cambiar su estrategia de ganar y ganar.