Cada día queda más claro que el vicepresidente Jorge Glas es la primera opción para tomar la posta del presidente Correa.
La ceremonia de inauguración de la renovada Refinería de Esmeraldas ratificó que a su alrededor se está construyendo, de modo muy estudiado, la imagen del modernizador, del hombre de los megaproyectos y de las soluciones ‘creativas’ para enfrentar la crisis.
Si bien la negociación con Schlumberger -por USD 4 900 millones para hacerse cargo por 20 años de la recuperación mejorada de crudo en el campo Auca- tardó dos años, su anuncio fue sorpresivo y tuvo como protagonista a Glas.
El Ministro de Sectores Estratégicos es una persona de su confianza y lleva adelante una agresiva campaña de venta de proyectos de inversión. Se sabe que el Gobierno está empeñado en aplicar el modelo de Auca en otros campos, como Sacha, e incluso para el emblemático ITT.
La ‘creatividad’ tiene la condición de no agitar debates ideológicos, como los que primaron en el caso Oxy, y la prioridad de conseguir recursos a como dé lugar.
El presidente Correa ha tomado en sus propias manos temas menos candentes, como el impulso a la firma del acuerdo con la Unión Europea, tan solicitada por los sectores empresariales para ampliar mercados.
El trabajo diplomático con Colombia y Perú ha permitido que en los gabinetes binacionales de esta semana se dé nuevo impulso a la negociación.
Mientras tanto, en el plano político, la noticia rubricada esta semana por la Corte Constitucional es que Correa no correrá el 2017.
Es reprochable el procedimiento de la mayoría oficialista y de la propia Corte, de usar la vía de las enmiendas para reformar la Constitución en lugar de hacer una consulta, pero la reelección y la perpetuación de Correa salen del debate por ahora.
Así, el Gobierno vuelve a tomar la iniciativa económica y política. Copa el espacio de centroizquierda con Correa y el espacio de la derecha económica con Glas. Se vuelve más difícil de combatir desde la oposición. El espacio de crítica se vuelve más propicio para la izquierda -que desde el comienzo ha denunciado la traición de Correa- que para el centro y la derecha.
La respuesta no dicha siempre será: Correa ya no va por la reelección y el Gobierno está enfrentando de manera agresiva la crisis. No está satanizando a la banca, está cuidando la liquidez, trata de abrir, aunque tardíamente, nuevos mercados para los exportadores y está trayendo inversión extranjera.
Las líneas de debate y ataque desde el centro a la derecha serán más difusas, aunque desde luego seguirán sobrando motivos en materia de derechos civiles.
Todo indica que la lucha por el poder girará alrededor de la economía. La oposición deberá ser más lúcida. Los opositores -y con ellos, los analistas que acompañan la crítica de las acciones gubernamentales- deberán ponerse al día en materia económica. La política, al igual que al Gobierno, ya no alcanzará.